El hielo tintineaba en el cristal del vaso repleto de whisky. Lo sujetaba un hombre entrado en carnes sentado en un sillón negro de cuero. Tenía los dientes amarillos y rotos, sus ojos demostraban que la piedad en su mundo no existía.
Postrado en el suelo ante él había un muchacho joven ,desnudo, un corte profundo recorría su cara desde la frente a la comisura de sus labios convirtiéndole en una masa sangrienta.
-Quiero un cigarrillo- grita el seboso hombre. Parece intentar levantarse pero su peso le impide que consiga apenas alzarse unos centímetros del sillón.
Una mujer atractiva, de forma mecánica aparece en escena, la ropa marca sus caderas. Su cara carece de expresión. Lleva un cigarrillo que enciende en su boca, con un sensual gesto se lo pasa al hombre que parece a punto de reventar por el sobrepeso, ambos observan a su victima. Da una larga calada al cigarro.
-Ahora apágaselo en el muslo, en el derecho, parece que necesita escarmentar. A mi nadie me traiciona.-su voz es grave y algo gangosa.
La mujer parece asustada, pero recomponiéndose el pelo rubio empieza a tranquilizarse y obedece. El muchacho grita ante la quemadura del cigarrillo que se hunde en su piel, se retuerce en el suelo, aunque las cadenas que rodean su cuello, muñecas y tobillos apenas le dejan alguna movilidad.
-¿Quién te pago para que dijeras…?…¡Mierda!
Parece quedarse en blanco.
La mujer rompe a carcajadas y desaparece.
-¡¡¡Corten!!!…se oye una voz potente y las luces de la sala se apagan.
-¿Cómo coño tengo que decirte que memorices bien el guión?…¡la toma era perfecta!.