Aún con los ojos cerrados se levanta de la cama y da vueltas por la habitación.
-¡No puede ser! fui a la dirección correcta, él estaba allí. Quizás esto sea un sueño- se dice guardando todo lo que había sobre la cama en la mochila.
El cuchillo aún tenía marcas de sangre y la cuerda estaba húmeda del sudor de las manos de aquel hombre que había llorado como un crío.
El pánico se apodera de ella, siente que su sangre se para en los pies y comienza a respirar con dificultad.
-Debo esconder esto.
Yendo al baño recoge la ropa manchada de sangre que esta desperdigada por el suelo y la mete en la misma mochila.
-¿Qué hago con esto? ¿lo quemo?- se dice-¡Sí! Voy a quemarlo, no va a quedar un solo rastro de mi asesinato.
En el centro del salón coloca todos los libros de la estantería, y encima del literario montón deja caer la mochila que contiene los rastros de su implicación. Con las cerillas de la cocina prende fuego en las hojas de los libros y se sienta expectante a observar su obra.
Cuando quiere darse cuenta el fuego ha inundado la habitación. Cerca de ella empieza a prender el sofá.
-Tengo que irme- afirma.
Corre hacia la puerta, pero en mitad del pasillo recuerda que la cerró con llave al entrar y que las malditas llaves estan en la mochila, la misma que ahora arde en el incendio que ella misma ha provocado.
Es irónico, he vuelto ha meter la pata.