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jueves, 21 de febrero de 2013

Palabras

Esta vez las palabras no llegan a mí.
Las he buscado, las he llamado amablemente una por una, con una radiante sonrisa les he ofrecido un cigarro a las de voz ronca, un dulce apetitoso y crepitante de chocolate a las que escondían inocencia e incluso un vaso fresco con hielo a las que venían desde muy lejos. Pero nada, las malditas palabras, permanecían calladas. Permaneciendo mudas, sin sotar una simple letra del abecedario que todas comparten.
Cansada de la falta de respuesta las he insultado, las he perseguido en noches febriles y bajo temblores, las he amordazado y bajo amenazada las he exigido que dejaran de morderme la lengua, de colapsar  mi mente y que se aclararan.
Las he sentado a todas en una mesa redonda,en una sala que ahora, con todas ellas mirándose y frunciendo el ceño, parece tener un poco más de luz. He de reconocer que tenía polvo, quizás demasiado como para recibir tantos visitantes de una sola vez.
La palabra Rencor y Odio encajan a la perfección, creo que bajo la mesa, comparten caricias, ¿quién lo diría?.
Libertad parece la más decidida, sonríe.
Locura masca chicle color rojo, le sienta bien ese color.
Tristeza y Pena están en un rincón, soy consciente de su existencia, pero ahora apenas dan codazos a las palabras Ahogo y Lágrimas que han decidido por sentarse en el frío suelo, cerca de la puerta.
Sonreír y Avanzar me miran curiosas.
Amistad y Consuelo me abrazan.
Olvido danza encima de la mesa.
Felicidad me tiende una mano de uñas pintadas de negro.
Y así, observando cada palabra, me siento delante del ordenador para plasmar en una hoja en blanco que las Palabras, ellas, jamás me abandonarán.

domingo, 3 de febrero de 2013

"Para siempre" en "nada" se quedó



He dejado de repente de vivir mi vida, saliendo de mi cuerpo, como su fuera una brisa repentina que abandona una estancia por un resquicio de una ventana.
Alérgica al jugo que mi corazón ha decidido exprimir lento.
Me muerdo la lengua, partiendo mi voz, que convertida en silencio, te grita diciendo “adiós”.
Resignándome, sintiendo  el peso del dolor que me atenaza los músculos, formando grietas que se abren sin control en mi interior. 
Cambiando las palabras “para siempre” en un nada… que es lo que queda, “nada”.
Nada.