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sábado, 30 de julio de 2011

Café para tres

-¿Eres feliz?.
Aquella pregunta le rondaba en la mente desde hacía semanas, mira fijamente a los ojos de su hijo, que esta sentado en una silla de la cocina dando vueltas al café recién hecho.
-Apenas son las 8 de la mañana, ¿no puedes preguntarme eso cuando mis neuronas estén en funcionamiento?
Ella viste un pijama azul y una bata de flores fina, prepara el desayuno con ahínco, como si fuera la chef de un gran restaurante y estuviera bajo presión.
-Te noto muy raro hijo, estas muy pálido, no comes nada, y solo hablas conmigo, ya sabes que la psicóloga te dijo que intentaras comunicarte con tu padre, que él puede entenderte mejor.¿tomas drogas?
-No.
-¿Estas enfermo?
-No.
-Ha sido esa chica,¿verdad?, la que sonreía al verme con cara de “ahora es mío”.
-No.
-Pues no se, ayúdame, ¿qué pasa?
-Simplemente que estoy muerto.

Su marido entra a la cocina, y al ver tres vasos en la mesa y tres platos con tostadas, galletas y ensaimadas, se cruza de brazos.
-¿Otra vez?
-No, es tu hijo que dice que esta muerto, debemos llevarlo de nuevo al psicólogo.

El hombre que va en calzoncillos mira las sillas vacías y abraza a su mujer.
-Debes superarlo, él se murió ya hace 8 meses, ¿no crees que ya es hora de dejar de imaginártelo aquí?

Ella vuelve a mirar a la silla dónde su hijo había estado hablándole hace algunos segundos, ahora vacía. Mientras una lágrima surca su mejilla abre el bote de pastillas que tiene en la bata y se toma 2 píldoras sin respirar.
-Hijo, ¿quieres un poco más de café?
Su marido pone los ojos en blanco y sale de la cocina sintiendo un vacío en su interior.

viernes, 29 de julio de 2011

Cánones malditos.

Las gafas de sol ocultan las prominentes ojeras que empezaban a formarse.
Llevaba semanas comiendo insípidas ensaladas con un tomate, yogures desnatados y cereales con fibras cuyo sabor le recordaba a comer un corcho blanco impoluto, de los que cubren los objetos frágiles en los transportes.
Su última cita había sido un completo desastre, el vino de la cena subió demasiado rápido y acabó subida en la mesa del restaurante lanzando trozos de pan a los demás comensales, los cuales le observaban como si fuera un mono de Zoo. El muchacho que le había invitado a salir, salió corriendo gritando “no vuelvas a hablarme más, rara, que eres muy rara”.
Tras saber el ridículo al que fue sometida por ella misma al verse en un video por una red social con el título "Godzilla ataca de nuevo" supo que debía poner fin a su anterior vida y comenzar con la “vida sana” que tantas revistas y programas de la televisión anuncian, “entra en los pantalones de tu juventud”,”como perder peso sin perder la cabeza”, “come corcho y bebe babas de simio negro para perder peso”….
Llevaba ya varias sesiones de gimnasio, un chico musculoso que sudaba como una fuente y le miraba los pechos sin disimulo cuando saltaba a la comba en un ejercicio, se había propuesto hacerla sufrir, tenía unas agujetas que le destrozaban las piernas a cada paso, lo que provocaba que su caminar semejara una clase de hípica pero con un caballo invisible y que por las noches no consiguiera pegar ojo porque su estomago rugía cual tigre salvaje.
Por todo esto, ella maldecía las dietas de verano, las ganas de que la sociedad imponga cánones imposibles de chicas esqueléticas, de cremas milagrosas que le dejaban la piel pegajosa, de dietas que te dan nauseas con solo ver el aspecto de la espesa crema de espárragos verde que debes comer.

Quitándose las gafas y subiéndose no sin esfuerzo (por las agujetas) en el capó de un coche gritó alzando el puño ¡vivan las gordas! ¡los pechos caídos!¡la celulitis!¡y las chicas sin complejos!