-¿Eres feliz?.
Aquella pregunta le rondaba en la mente desde hacía semanas, mira fijamente a los ojos de su hijo, que esta sentado en una silla de la cocina dando vueltas al café recién hecho.
-Apenas son las 8 de la mañana, ¿no puedes preguntarme eso cuando mis neuronas estén en funcionamiento?
Ella viste un pijama azul y una bata de flores fina, prepara el desayuno con ahínco, como si fuera la chef de un gran restaurante y estuviera bajo presión.
-Te noto muy raro hijo, estas muy pálido, no comes nada, y solo hablas conmigo, ya sabes que la psicóloga te dijo que intentaras comunicarte con tu padre, que él puede entenderte mejor.¿tomas drogas?
-No.
-¿Estas enfermo?
-No.
-Ha sido esa chica,¿verdad?, la que sonreía al verme con cara de “ahora es mío”.
-No.
-Pues no se, ayúdame, ¿qué pasa?
-Simplemente que estoy muerto.
Su marido entra a la cocina, y al ver tres vasos en la mesa y tres platos con tostadas, galletas y ensaimadas, se cruza de brazos.
-¿Otra vez?
-No, es tu hijo que dice que esta muerto, debemos llevarlo de nuevo al psicólogo.
El hombre que va en calzoncillos mira las sillas vacías y abraza a su mujer.
-Debes superarlo, él se murió ya hace 8 meses, ¿no crees que ya es hora de dejar de imaginártelo aquí?
Ella vuelve a mirar a la silla dónde su hijo había estado hablándole hace algunos segundos, ahora vacía. Mientras una lágrima surca su mejilla abre el bote de pastillas que tiene en la bata y se toma 2 píldoras sin respirar.
-Hijo, ¿quieres un poco más de café?
Su marido pone los ojos en blanco y sale de la cocina sintiendo un vacío en su interior.