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viernes, 31 de agosto de 2012

Viernes


Fumo sola en la terraza del hotel, y sin quererlo empiezo a recordar cómo me mirabas por detrás de la carta de postres en el restaurante. Cómo recorrías con tus dedos las gotas que paseaban por tu copa de vino. Cómo sonreías ante mis insinuaciones y mi baile improvisado bajo la luz de una farola.
Yo confiaba que subieras a mi habitación, no que te marcharas rozando mis mejillas y pronunciando un “debo marcharme” algo forzado. 
Si quisieras volver, dar media vuelta y subir las escaleras, te estaría esperando, así la noche del viernes sería la noche de nuestro baile particular donde tú y yo seríamos protagonistas.

jueves, 23 de agosto de 2012

¿Quieres un trago muchacho?


El desgastado cartel por el efecto del sol indica que en ese establecimiento se venden bebidas alcohólicas.
-Eso es lo que necesito muchacho- dice el rechoncho inspector desabrochándose los primeros botones de una camisa desgastada y sudada- entra y compra una buena provisión de cervezas, la guardia que tenemos entre manos puede ser muy dura si no la regamos.
El joven policía compra varias docenas de cerveza y chocolatinas, sabe que la manera más eficaz de hacer su trabajo es teniendo alejado del caso al hombre que lucha por limpiarse el sudor de la frente  y eso se consigue cuando su estómago esta lleno.
Una vez en el coche y tras aguantar con una sonrisa forzada las bromas y chistes verdes sobre cada mujer que pasa cerca , el borracho inspector cae en un sueño similar a un coma. Ronca profundamente mientras su barriga adquiere vida propia  y golpea la guantera con fuerza con cada expiración.
De repente, vestido de negro y tapando su rostro con un pequeño sombrero el sospechoso sale del apartamento que vigilaban.
Las órdenes eran claras, “deténganlo, hemos dispuesto alrededor del perímetro a varios coches patrulla, si se os escapa… definitivamente sois imbéciles”.
¿Fácil verdad? Y más para un joven policía con aspiraciones a eliminar todo el crimen de la ciudad y ascender de categoría dentro de la comisaría.
Pues en este caso imposible. La pistola y su cinturón descansan debajo del gordo inspector que duerme como un oso en plena hibernación.
-Mierda, jefe, ¡despierte! 
El sospechoso empieza a alejarse con rapidez, y su ascenso con él. Apenas ya puede distinguirlo entre los viandantes.
La radio del coche comienza a emitir pitidos.
-Aquí patrulla X-34, el sospechoso que perseguíamos ya ha sido arrestado. 
-Habrá que celebrarlo- dice el gordo y sudoroso inspector despertando de su letargo mientras abre otra lata de cerveza-¿quieres un trago muchacho?.

lunes, 20 de agosto de 2012

Mensaje enviado


El inspector recorre la sala con atención. Suda copiosamente, su tamaño impide que pueda moverse con agilidad, una prominente barriga indica que en los descansos ha cambiado el repaso de sus casos sin resolver, por donuts rellenos de monotonía y falta de inspiración. Un ayudante hace fotos a todo lo que con mala gana el enorme inspector le señala.
-Marcos ¿observa algo fuera de lo normal en esta escena?
El joven policía sube la montura de sus gafas con un gesto automático.
-Bueno observo a una mujer blanca de pelo rubio, de unos 20 años, la rigidez y el color de su cuerpo indica que apenas lleva unas horas sin vida, esta acostada sobre una cama colocada cerca de la ventana,  su peso descansa hacia a la derecha, parece que no tiene signos de violencia, lleva un vestido rojo muy elegante, huele todavía a perfume, de hecho parece que esta viva. 
-¿Y que hay cerca de ella?
-Un móvil. señor inspector, y además esta parpadeando.
El ayudante coge el móvil recolocando sus blancos guantes en una ensayada escena delante del espejo.
-Es un mensaje. “Llegaré tarde, no me esperes despierta. Besos”.
El inspector seca el sudor que recorre su frente con un pañuelo amarillento y con un quejido propiciado por el dolor de sus articulaciones arranca el móvil de las manos del joven policía.
-”Me he cansado de esperar, de hecho me he muerto del asco”, escribe con sus rechonchos dedos , reenvía el mensaje riendo de forma escandalosa.
Tira el móvil encima de la cama, cerca del cuerpo sin vida de la joven que murió esperando.

miércoles, 15 de agosto de 2012

¿Bailamos?


Ella aparece entre los focos que iluminan el escenario, deja que sus muslos fuertes mantengan la posición inicial de su coreografía con gracia.
El bar esta lleno, el público calla, atento.
La música arranca, el joven de la guitarra comienza con la canción, ella endulza cada paso de su danza con una sonrisa para terminar pasados unos minutos arropada en un rotundo aplauso.
Baja del escenario sonriendo, mostrando su elegancia en cada contoneo de sus caderas.
Observa al público con recelo, tarda poco en elegir acompañante. Tarda poco en marcharse del repleto bar que la acaricia con la mirada, para perderse en la noche. 
Yo sentada en un oscuro rincón, estudio sus movimientos ágiles, dispuesta algún día a ocupar su lugar. Ella me abandonó, pero dejo una pequeña nota bajo mi colchón “Hija mía, perdóname. Algún día bailarás flamenco como yo”.
Y así lo haré.


martes, 7 de agosto de 2012

El ruido


El despacho era elegante, acogedor, un ramo de rosas blancas decoraba la mesa de roble, donde un montón de hojas descansaban de las manos ágiles de aquel psicólogo que no dejaba de escribir.
-¡Pare ya! ¡deje de escribir todo lo que le cuento! ¡me pone nerviosa!
Él cesa de transcribir mis palabras con una leve sonrisa, con agilidad esconde el bolígrafo color plata dentro del bolsillo de su americana.
Me observa, se supone que en silencio, pero el problema que me ha llevado a su consulta impide que conozca el sonido del silencio.
Yo no hablo, me limito a frotar las palmas de mis manos. Elimino el sonido de mi cabeza tarareando. 
-¿Cuánto tiempo  hace que tiene ese problema?- me dice con voz melosa.
-No lo recuerdo, desde hace semanas, meses.. sólo sé que no aguanto más. Estoy volviéndome loca. Lo escucho todo el tiempo, un “tritritritritri” constante dentro de mi cabeza. Como si mi cerebro estuviera rompiéndose.
Golpeo mi cabeza con las manos, el sonido aumenta y apenas consigo escuchar lo aquel atractivo hombre esta diciéndome.
Con amplia elegancia se levanta del sillón rojo colocado enfrente de mí. Remanga su americana dejando ver unas muñecas perfectas.
-¿Me deja comprobar…“tritritritti“
-¡Haga lo que quiera, pero apague el sonido o me suicidaré aquí mismo.
Se acerca con rapidez y coloca sus manos en mi cabeza, examina cada rincón de mi cabello.
Al llegar a las orejas se detiene con delicadeza, esta manipulando algo.
De repente, la nada, la nada más deliciosa, el silencio. Ya no hay interferencias en mi cabeza.
-¿Lo oye? ¿se marchó el ruido?
-Sí, ¡es increíble! ¡usted es increíble!- le digo abrazándole con efusividad.
-¡Cálmese! Lo único que he hecho ha sido bajar el volumen de su sonotone. 
El rubor llega a mis mejillas… soy una completa imbécil, me digo a mi misma.

miércoles, 1 de agosto de 2012

El guión


Las manos me tiemblan, apenas consigo mantenerme sentada mucho tiempo sin mover las piernas frenéticamente. Recoloco mi falda en las caderas, pensando que quizás debería haberme puesto los vaqueros azules… peino mi cabello con el pequeño cepillo que saco del bolso y vuelvo a mirar el reloj, 10 minutos, sólo han pasado 10 minutos, respira. No lo has hecho tan mal, me digo a mi misma.
Me concentro en contar las pecas de mis brazos. Mantén la mente distraída, no pasa nada, pronto vendrán.
Tres sordos golpes en la puerta indican la aparición estelar de un señor trajeado distinto al que me ha estado haciendo preguntas.
-Señorita, mi nombre es Raúl, soy el director de este proyecto- dice estrechándome la mano con demasiada fuerza.
-Encantada, usted ya sabe quien soy yo- le contesto con risa nerviosa.
Él sonríe, una mueca de tres segundos que cambia mecánicamente al estado natural de seriedad.
Abre una maleta que traía consigo. De ella saca una montaña de pequeños guiones. Uno a uno, los coloca en orden. “Encuentro 1”, “La llamada”, “El beso”, “La noche”, “El primer golpe”, “El nunca volverá a pasar”, “La rutina”, “La boda”, “La paliza”, “El dolor“… uno a uno leo los títulos de las portadas.
-Pues bien, aquí tiene el guión. Es lo que ha elegido al decidir seguir conociendo a ese animal. La entrevista ha indicado que su inseguridad y su falta de autoestima le tendrán sometida a él sin problema. 
Él se da la vuelta sin despedirse, pero antes de cerrar la puerta asoma la cabeza.
-Aunque saltándome el protocolo puedo decirle, que aún puede reescribir su final. Le he dejado unas cuantas hojas en blanco.