Dos hombres de pelo en pecho, unicejos y con mono azul acaban de visitar mi casa para traer un nuevo miembro de la familia… es decir, a la lavadora, que por cierto aunque es adoptada, tiene el mismo color de piel que yo, blanco nuclear.
Nada más entrar han observado un jarrón de un rincón del pasillo, ese era su objetivo, y a por ese han ido.
Otro tema que me ha traumatizado (sí, tengo muchos traumas como podéis comprobar) es la enseñada de raja que me han hecho, los dos muy amables se agachaban cada dos por tres para dejarme ver sus majestuosos traseros peludos. Os lo agradezco de todo corazón, ahora que llega el veranito agradezo no poder comer en una semana, tengo las tripas de fiesta flamenca en un tablao, me intenta hablar con sonidos prehistóricos pero sólo consigo entender “asco”, “qué asco”.
Una vez colocada la lavadora, todo el piso lleno de agua, de pisadas y de olor a macho, me han hecho una propuesta:
-Si se estropea la lavadora llámanos.(dándome una tarjetita).
Mi contestación fue un sí rápido y la apertura de todas mis ventanas en cuanto cerré la puerta, pero aquí puedo contestar sinceramente.
-No, Marciales, prefiero lavar la ropa a escupitajos antes de volver a veros.