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miércoles, 28 de noviembre de 2012

Usuario 33


La puerta de la habitación es golpeada con toques rítmicos, tres toques, dos silencios, tres toques, dos silencios, los cuales irremediablemente me sacan del trance en el que entro cuando escribo. Y eso me pone de tan mal humor que soy capaz de escupir en la cara de cualquiera como una llama. Abro la puerta con furia, sin molestarme siquiera en ponerme la bata.
-Señorita Martin, le esperan en el comedor. Es importante- dice un niñato vestido de uniforme rojo desde el pasillo y a una distancia prudente.
-Importante es que termine la novela, debo entregarla pronto, y si un chico con gorrito de mono viene a molestarme ni bajo al comedor ni escribo.
-Lo siento, pero la Señora Alicia le espera bajo, es urgente y me ha dicho que si se negaba la obligara.
-¿Obligarme? Mira chaval, de buena mañana soy una completa diabla, me falta la cola porque cuernos ya tengo. Asique dile a Alicia del País de las Maravillas que lo que me enseñó anoche fue horrible. Que necesito pensar si acepto o no. Ahora mismo no quiero verla. Gracias.
Cierro la puerta con el pie.
Joder, esto supera lo irónico. Llego a una supuesta fiesta, lo que encuentro es a una mujer canosa que me retiene en un sillón y me cuenta…bueno, lo que me contó viene después.
Debo escribir la segunda parte de mi novela, ya tiene fecha de salida y apenas consigo salvar a mi personaje de pasar un paso de peatones sin ser atropellada por un camión de basura.
Coloco mis dedos en las teclas desgastadas de mi portátil  y ¡toc! ¡toc! ¡toc!, los toque en la puerta de nuevo.
-No pienso abrir- le grito con furia desde el pequeño escritorio de la habitación.
Los golpes cesan tras quince eternos minutos en los que me lleno de paciencia. De repente el silencio. El prometido silencio que se anuncia en el folleto que me mandaron del hotel junto  a la invitación a la “fiesta”.
De repente una risa floja detrás de mí me hace estremecer. Me doy la vuelta asustada, sintiendo en mi nuca la mirada penetrante de alguien.
-Pero, ¿cómo…?
En la puerta esta la señora Alicia, me observa divertida.
-Le espero bajo en 10 minutos, vístase y disfrutemos de un desayuno agradable.
-Pero.
-No es una opción señorita, o baja o me veré obligada a volverla a atar a una silla.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Usuario 33



Apenas había tocado la cena que un amable señor había subido a mi habitación en bandeja de plata.
Un sangriento chuletón acompañado de verduras, vino fresco y un trozo de tarta de chocolate reposaban seguros en sus delicados platos, no pensaba comer bocado, el estómago era como una bomba a punto de estallar, rugía como un león feroz de circo cada vez que acercaba el tenedor a mis labios.
Había pasado uno de los peores días de mi vida, lo que supuestamente iba a ser una simple reunión de escritores noveles había resultado una encerrona para obligarme a… bueno, eso viene más tarde.
Me descalzo y me quito las medias lentamente.
Las bajo poco a poco, haciendo un pequeño rollo con ellas y  dejando que mi piel respire. Me deshago de la falda azul y la camisa blanca con la facilidad de una gogó de discoteca…y bailo encima de la cama riendo a carcajadas. De repente imagino la cara seria, llena de arrugas de responsabilidad de mi representante, si me viera por un pequeño agujero quizás se asustaría tanto que cancelaría el contrato.
Soy una estúpida, debo dejar de hacer estas cosas, me digo a mi misma. Ya no puedo ir por la vida siendo una completa loca, ya no soy una desconocida.
Me doy una larga ducha cantando a pleno pulmón, intento olvidar la maldita noche que decidí contestar que sí a la invitación a este hotel, dejo que el agua caliente se deslice por mi cuerpo y relaje mis músculos.
Todavía con el pelo mojado me adentro en la cama de sábanas suaves, pero antes de dejar que me arrastren en una dulce nana hacia un sueño cálido, enciendo el ordenador y repaso uno a uno todos los correos de los “seguidores”…por llamarlos de alguna forma.
-Cásate conmigo, te haré feliz…”No, gracias, ya soy feliz” contesto con agilidad.
-En la contraportada de tu libro pareces una puta… “Gracias, eso intentaba”.
-Tu libro me ha ayudado mucho, lo he leído y releído y sólo puedo decir gracias….”Gracias a ti, pero no lo leas tanto, causa traumas varios y no quiero ser la responsable”.
-¿Cómo pudiste llegar a crear una historia tan disparatada y tan llena de ideas horribles sobre asesinatos?, no entiendo como alguien como tú no esta en prisión… ”Soy una loca, es fácil, enciendo el ordenador y escribo, leer correos como los tuyos me hacen imaginar muchos métodos de tortura, no te preocupes, pronto acabaré en la cárcel, sino ya”.
-Pequeña zorra, morirás…”dime cuándo, así organizo mi agenda”.
-Tu libro es de 10, enhorabuena…”Gracias, de 10 no lo sé, pero me ha costado parirlo más que a un hijo de 30 kilos”.
Y así alrededor de cincuenta mensajes.
Sin embrago, las amenazas de un mismo usuario me ponían los pelos de punta, siempre alrededor de la misma hora, los mensajes del usurario 33 llenaban mi correo, pero me habían dicho que era normal. Que pronto se cansaría."Usted señorita es la novedad, carne fresca", dijo el policía que me recibió al poner la denuncia.
Apago el portátil pensando que quizás lo que he vivido no ha sido real, ¿cómo es posible que una simple escritora de una novela se vea envuelta en la resolución de un crimen?.
¿Crimen? Sí.
Pero eso viene más adelante.
Buenas noches, intenta olvidar este día, me digo a mi misma colocando la alarma del móvil a una hora temprana.
Apago la luz.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Ojalá


Recorro el camino según me indica el gps del móvil. El trayecto en coche con la única compañía de la música de una tranquila emisora sin anuncios, había sido relativamente corto. Perdida entre carreteras secundarias y paisajes nuevos.
Ahora, en una pequeña área de servicio dejo el coche aparcado y recojo la pequeña maleta que cuidadosamente había preparado para este viaje. Varias fotos, retales de recuerdos, tu perfume, tu mal humor al llegar del trabajo, las noches en las que tú dormías mientras yo contaba sombras, las llamadas que no llegaron, el frío que se había colado como un intruso en nuestra habitación y que danzaba sin permiso dentro de mis dedos, las copas de champán que deberíamos haber tomado, los besos que se guardaron y se perdieron.
Estudio con detalle la ruta que el gps me marca.
Camino recto, arrastrando la maleta.
Hace frío, tanto que empiezo a notar como mis manos pierden su color, empiezan a amoratarse, a doler, pero continúo el sendero a través de un frondoso bosque.
Paso a paso, voy dejando mis huellas y el aliento.
Casi sin fuerzas y con la cara tan congelada que parecía de hielo, la ridícula y amable voz del gps me informa que “ha llegado a su destino”.
Allí no hay nada, es un claro en lo alto de una pequeña montaña, llena de arboles medio desnudos que se estremecen por la casi llegada de la cruel luna y su luz banquecina.
Una vez allí, abro la maleta y esparzo su contenido.
Me dijeron que desde la distancia, todo se observa mejor.
Quizás desde aquí pueda encontrar la magia y efectos especiales que se supone teníamos tú y yo.
Rehago el camino de vuelta con media sonrisa.
Ojalá, pienso.
Ojalá.

sábado, 10 de noviembre de 2012

¿Y tú cantas?


Los gritos retumban en las paredes, recorren los pasillos danzando hasta legar a mis oídos.
Quizás es el paciente de la planta 3, aquel que anuncia el fin del mundo cuando el sol cede su puesto a la luna, cuando empieza a llover, cuando un perro pasea con su dueño cerca del psiquiátrico y él lo observa a través de las ventanas, incluso aquella vez que decidí cambiar el color del pintalabios en una de sus consultas por un rojo más intenso, pensó que eso era indicativo del principio del final. 
O puede que sea la chica de pelo rizado de la habitación 34, ella sigue esperando que las sombras de una antigua relación retornen, apenas consigo mantener una conversación con ella sin que se atragante, pensando que llega tarde a una cita ficticia que nunca se produjo.
Hoy es un día rutinario, cuestionarios a rellenar, seguimiento del avance de los pacientes más graves, nuevos ingresos, bajas… 
Llaman a la puerta con dos golpes fuertes. Dos celadores entran a un paciente en silla de ruedas.
-¿Dónde lo ponemos? Esta alterando a todo el comedor.
Es el paciente 22, un chico joven, de mirada azul cielo y un pasado todavía por escarbar. Las sesiones intensivas apenas han resultado efecto.
Sólo conocemos su nombre, algún que otro dato básico y  la melodía que tararea una y otra vez.
-Dejarlo aquí. Hablaré con él. Y chicos tener calma. Nadie os dijo que este trabajo fuera fácil. 
Ellos se retiran ahora más relajados, satisfechos de eliminar el problema de raíz.
Una vez a solas con el paciente 22 abro su expediente y releo mis escasos apuntes de la observación a la que le sometí cuando entró en el psiquiátrico.
-¿Y bien Carlos? ¿estas bien con nosotros?- se que su respuesta será el silencio así que continúo- quiero que te sientas en familia, que hables conmigo, yo estoy aquí para ayudarte.
Me observa, fija sus pupilas en mi rostro, me analiza, casi diría que yo soy la paciente en lugar del médico.
-Carlos, esa canción que cantas… pone nerviosos a todos, ¿lo haces para llamar la atención? ¿sientes que no te prestamos atención? ¿crees que deberíamos tratarte de otra manera?
Niega con la cabeza, una, dos, tres veces para parar en seco y sonreír.
-Vaya Carlos, eso es un paso. ¿Quieres decirme algo?
-¿Y tú?
-¿Yo? ¿Perdón?
-¿Quieres decirme algo? 
-Quiero ayudarte.
El paciente se mueve en la silla de ruedas algo incómodo. Sigue sonriendo, como si una máscara teatral cubriera sus verdaderos sentimientos.
-Dí lo que sientes Carlos. 
-Siento miedo, la voz, la voz me dice que debo matarte a ti y a todos, descuartizar tu cuerpo y esconder tus trozos por los cajones de tu despacho, solo la calmo cantando, es como una nana, así se relaja.
Calla tapándose la boca con las dos manos, escupe, se remueve en la silla y comienza a susurrar la canción para acabar gritándola.
Tres celadores entran en el despacho cuando marco en el interfono el número 12, urgencia.
Atan al paciente a la silla y lo retiran para encerrarlo en su habitación bajo un sedante.
Es un paso, ya conozco más datos, empiezo a apuntarlos con letra clara en su expediente. Mientras inconscientemente comienzo a cantar.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

¿Qué quiere de mí?


La bebida recorre el camino desde la robusta barra a las mesas con la velocidad de un huracán en plena acción. Acalla las desgastadas gargantas ansiosas de alcohol de los huéspedes y clientes que de forma excepcional esta noche llenan la pequeña taberna.
El canoso tabernero limpia sus manos con un trapo antes blanco, mientras sonríe al ver aumentar su pequeño saco de monedas. 
Una troupe de artistas itinerantes, en un escenario improvisado interpretan el primer acto de una divertida comedia, despertando carcajadas y aplausos de un público algo borracho.
La puerta de la taberna se abre con furia. Un caballero con botas altas, capa negra y una prominente barba avanza dando zancadas furiosas hacia la barra.
Observa su alrededor mientras en su cara se refleja la viva imagen del asco y la furia contenida. Su mano, con los nudillos en tensión descansa sobre una espada todavía envainada, pero amenazando con cortar cualquier cabeza.
-¡Tabernero! ¡necesito una bebida fuerte! …¿puede decirme porqué hay tanto escándalo? ¿acaso regala los servicios de una ramera? ¿su mujer quizás?.
El tabernero, acostumbrado a lidiar con borrachos y algún que otro noble con los humos subidos, recita con una radiante sonrisa el listado de los platos y bebidas que puede servirle. 
-¡Estiércol! ¡Me ofrece estiércol!… he ido a parar al peor pueblo, gente sin educación, comida que parece paja de un establo, mujeres entradas en carne y casi sin dientes…. 
El caballero empieza a enfurecerse, escupe copiosamente como un pequeño riachuelo cuando habla.
-Señor, usted cálmese, bébase esta cerveza mientras yo bajo al almacén a prepararle algo de comer, le puedo asegurar que todo lo que sirvo es de alta calidad.
El tabernero se pierde en la oscuridad del almacén, prepara en una bandeja un plato con la poca sopa que queda en el caldero, un generoso trozo de pan con mantequilla y algo de embutido y un trozo de tarta de chocolate recién hecha.
Sube los escalones concentrado en no derramar ni una gota de la sopa que baila dentro del cuenco.
Se extraña del repentino silencio de la taberna ¿se han marchado todos? ¿porqué ya no ríen?.
Al abrir la puerta que le separa del salón, admira horrorizado la obra de arte del orgulloso caballero.
En sus manos descansa la espada, chorreando un hilo de sangre que cae golpeando contra el suelo de madera. Las cabezas de los actores y actrices separadas de sus cuerpos dejan una estampa escalofriante. Cuerpos mutilados, sangre, olor a muerte. Silencio.
-Pero ¿qué ha pasado aquí?- dice temblando y dejando caer la bandeja a sus pies.


-Gritaban mucho, apestaban, merecían morir, seguro que ahora están mucho mejor. Les he ahorrado seguir viviendo en un mundo que no es para ellos. ¿Y bien? ¿qué me ha preparado?  Tengo que decirle que mi paladar es muy exigente y que mi espada lo es más que yo.
-Po…po….por favor… ¿qué quiere de mí?.

martes, 23 de octubre de 2012

Carne y hueso


El filo del cuchillo brillaba en mis manos.  Protegida por unos gruesos guantes amarillos y un delantal manchado, muerdo mi labio inferior esperando sentir el placer de la carne desgarrándose bajo mis dedos.
Me concentro en cada corte, evitando que las salpicaduras de sangre tocaran la piel blanquecina de mi rostro.
Separo cada trozo del enrojecido cuerpo, poco a poco voy creando montones, separando los órganos, tirando los deshechos, rompiendo los huesos.
Cansada, descanso mis hábiles brazos por un momento, para volver a fundirme en la tarea de destrozar los cadáveres que descansan en un letargo infinito en la cámara frigorífica de detrás de mí.
-Perdone.
Una voz afeminada hace que desvíe mi vista, dejo el cuchillo hincado en una pierna.
-¿Podría ponerme la pierna de cordero troceada?.
-Claro. Para eso soy carnicera.
Vuelvo a hundir mi cuchillo.

sábado, 6 de octubre de 2012

Ser descubierta


Oye sus pasos, una respiración agitada y algo cansada que se acerca peligrosamente hacia su escondite.
Ella intenta no hacer ruido al respirar, concentrando todas sus fuerzas en parar los latidos de su corazón, para que así la habitación quedara en el más absoluto silencio.
Agazapada entre el armario y un baúl que huele a madera barnizada, lucha por reprimir el miedo, que empieza a introducirse por su boca para permanecer dando saltos dentro de ella.
La puerta comienza a abrirse, la luz del pasillo entra iluminando la habitación. 
-Se que estas aquí. He revisado toda la casa y este es el último lugar que me queda. ¡Hoy no escaparás de mis garras!- dice con tono teatral.
Ella ahoga un pequeño grito entre sus manos y cierra los ojos, siempre hacía eso cuando quería permanecer invisible al mundo, cerrar los ojos. Esperando que así, quizás, decidiera buscar en otro lugar.
-¡Ajá! ¡Te he escuchado!, ¡estas aquí!.
Arrastra el baúl donde se refugiaba con algo de esfuerzo  y deja su cuerpo a la vista.
-Estas aquí cariño.
Dice la delgada anciana cogiendo a su nieta entre sus brazos y dándole un sonoro beso en la mejilla.
-Hoy no has conseguido esconderte. ¿Quieres probar otra vez? Cuento hasta 10.
La pequeña niña de sonrisa fácil corre divertida, buscando un lugar donde volverse a esconder para ser descubierta de nuevo.

domingo, 30 de septiembre de 2012

¿Recuerdos? ¿qué es eso?


Llevaba horas esperando, sentada en el acolchado sillón del salón. Con la única compañía de sus latidos y de su tranquila respiración.
Observa en silencio el enorme reloj de la pared, al principio había amenizado su espera con el sonido leve del televisor, hasta que se sorprendió a sí misma maldiciendo en voz alta a los vendedores de la Teletienda, observando cada anuncio de instrumental de cocina que no le encontraba uso, escuchando videntes que prometían soluciones fáciles y baratas con sólo una llamada, cuando tenía el teléfono en la mano a punto de marcar el maldito “906“  decidió apagar el televisor y dar la vuelta al sillón, de cara a la pared blanca del salón, mirando el precioso reloj colgado en la misma.
Se concentra en el paso de las horas, examina el camino de las manecillas del reloj, con un marcado y ensayado camino de minutos y segundos.
Ella espera, paciente.  Hace días que no recibe visita alguna, vaga solitaria por una casa que ya no le es familiar. Viviendo los días sin ánimo de continuar, revisando las fotos con su supuesta familia que ya ni la visitaban en su vejez. Esperando.
Las noches se hacían largas, no entraba al dormitorio más que por alguna muda o quitar el polvo a los muebles, odiaba aquella cama de matrimonio, no podía dormir en un colchón que se le hacía enorme, con kilómetros de sábanas y almohada sin compartir.
El reloj marca las cuatro de la madrugada, cansada, con bolsas debajo de los ojos y arrugas marcadas por todo el cuerpo, se levanta sintiendo latigazos en sus huesos, con el sufrimiento marcado por el paso de los años que arrastraba con parsimonia. Arrastrando los pies se adentra en la pequeña cocina de azulejos azules. 
Varios posits de colores chillones le recuerdan el funcionamiento de los electrodomésticos, “si quieres calentar la leche usa el primer programa, sólo 10 segundos”, decía un posit rosa en el microondas. “Las galletas están en el primer armario, en un tarro de cristal”, “apaga el gas tras cocinar”, “en la nevera tienes comida para toda la semana, sólo tienes que calentarla”, incluso hay una cartulina enorme, color crema, pegada con celofán en el centro del frigorífico donde con letras alegres se lee “Recuerda que te queremos, mamá” acompañando las palabras con una foto de tres chicas sonrientes en el centro de un parque, abrazadas a una mujer, todas tenían flechas donde en el extremo superior ponían los nombres “Laura, Silvia, Clara” y “esta eres tú”.




Calienta la leche según las indicaciones, y luchando contra su pulso por no derramarla, vuelve al sillón dónde pasar las horas hasta que sus recuerdos tengan la amabilidad de visitarle, de devolverle su vida.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Besos entre camiones



La señal de tráfico indicaba que el área de descanso estaba cerca. Deseaba llegar con todas sus fuerzas, no iba a repostar gasolina, ni a comprar una urgencia en la gasolinera… acudía a la cita de todos los domingos.
Esperaba que llegara ese día desde que abría los ojos por la mañana, hasta que se obligaba a cerrarlos cuando las sombras de la luna, sobre las paredes de su cuarto, jugaban traviesos a recrear figuras.
Llegaba tarde, él probablemente ya habría elegido un sitio bajo cualquier sombra entre camiones.
Baja del coche veloz, y se adentra con paso firme en el parking donde varios camiones descansan en letargo silencioso de kilómetros bajo sus ruedas.
No tarda en encontrarlo dentro su coche, aparcado donde nadie podía verlos. Donde cómo cada domingo activarían boca y labios en mil besos infinitos.
Saltaban uno encima del otro, dándose calor y arrastrando el corazón, pasando las horas dentro del coche entre camiones.
Cuando la misma luna que jugaba en su habitación, iluminaba sus cuerpos desnudos, cosían sus labios. Regresando camino inverso hacia sus respectivas casas y monotonía.
Esperando de nuevo la llegada del siguiente domingo y sus besos.


Basado en: Anna Roig "Petons entre camions".

lunes, 24 de septiembre de 2012

Por un momento


Parada frente al mar, mientras el mundo gira, dejo que mi alma se relaje.
Me angustia tanto tráfico, tanto cambio de color en los semáforos, las prisas, las obligaciones. Tanto giro imprevisto.
El sinsentido en el que vivo, las dudas, los millones de besos que me debes.

Sentada en la arena, mientras el mundo gira, dejo que mi imaginación viaje entre andenes que jamás pisaré.
Te imagino a mi lado, sosteniendo una maleta con un espacio vacío que llenar. Invitándome a pensar que puede llegar a ser un algo infinito.

Sentada cara a cara con la luna, dejo que las palabras guardadas en mi garganta escapen. 
Y así, mientras el mundo sigue girando, vuelo libre por un momento. 

viernes, 21 de septiembre de 2012

Pide un deseo


El camino había sido largo, extenuante. El calor había cubierto mi cuerpo en una capa de sudor que hacía que la ropa quedará convertida casi en una segunda piel. 
Pese al cansancio y las ganas de tumbarme bajo las pocas sombras del camino, mantengo un paso bastante rápido. Ayudada por un pequeño mapa dibujado a mano y con poco pulso, sigo las instrucciones de su autor. Mi querido abuelo, que en sus últimos susurros antes de marcharse a discutir con la muerte, me había confesado que conocía un secreto, “conozco un sitio, es perfecto, allí sentirás que la alegría invade tu cuerpo como si un dulce príncipe entrará dentro de tus carnes e hiciera inspección en tu mina”, dulces sutilezas de mi abuelo.
Una gruesa cruz roja marca una casa de tejas azules, una llave en mi bolsillo llora esperando que sea usada. Quemándome su metal en mis manos abro la puerta con miedo, ninguno conocíamos que entre las propiedades del “viejo” existiera más que el piso del centro.
La casa huele a humedad y a orín, los excrementos de rata decoran el escaso mobiliario.
En el mapa, en letras pequeñas se puede leer “allí sólo tendrás que pedir un deseo”.
¿Locura? ¿demencias febriles? Quizás.
Me siento en una destartalada silla de madera que me devuelve como saludo un escupitajo de polvo.
Quizás haya perdido el tiempo, quizás esta casa abandonada sólo puede aportarme una infección… observo con detenimiento la estancia: tres sillas, una mesa, un pequeño armario con algunas perchas de metal y un vacío de oscuridad, una pequeña lámpara…
Agarro la lámpara y en un gesto de aventurera la froto con fuerza: “vamos genio de la lámpara, he recorrido descampados y caminos de cabras a pleno sol para llegar hasta aquí, ¿apareces?”.
Nada.
“Geeeenio, quieroooo, quieroooo… que caiga una droga del cielo… puro veneno, que haga del mundo un lugar más ameno y respirar, que entre bien dentro…” lo digo cantando a pleno pulmón sintiendo las letras de Robe como propias.
Y ¡¡¡zas!!!. El techo se abre en un estruendo gigantesco, levantando humo, llenándome de escombros y de un dolor en el costado al caer contra el suelo. Entre el humo por el derrumbe, como en un concierto de rock, aparece un hombre descalzo, medio desnudo, con el pelo enmarañado y la piel ennegrecida… en sus manos sostiene una jeringuilla que milagrosamente ha resistido la caída.
Yo río, la carcajada sale de mi cuerpo como si buscara libertad.
No era exactamente lo que había pedido, pero ¿qué puedo esperar de mi abuelo y de sus fábulas?.
“¿Quieres?” me dice el drogadicto con una sonrisa sin dientes.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Saben demasiado


"Las cosas, muchas veces, no suceden como quieres", me decía mi padre cuando me sentaba en su regazo, en las esporádicas visitas que nos permitían hacerle.
Observo mi alrededor, me siento sola, vacía, confusa.
Esa confusión se aferra a mi interior como un vampiro chupando las últimas gotas de sangre reseca de su víctima, se aferra tanto, que ya, apenas se quién soy.
Me observo en el espejo y pienso "Vamos, sonríe, ¡tú sabías hacerlo!", pero la horrible mueca que me devuelve su reflejo me hace temblar y sollozar cómo un crío.
No quisiera ser mi almohada, no quisiera ser mis manos. Saben demasiado.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Revisión


Llamo a la puerta donde un cartel anuncia “revisión de examen, de 10:00 a 11:00“. Respiro hondo y recoloco mi camisa.
-Pase- dice una voz desde dentro.
Abro la puerta metálica. El profesor sentado detrás de la ruda mesa me observa subiendo con agilidad sus gafas sobre el puente de su nariz con un gesto divertido.
-Buenos días señorita, no esperaba verla por aquí, su examen era un claro suspenso.
-Quiero revisar mi examen. Yo no lo tengo tan claro.
-¿Revisar? Con lo torpe que es...
-¿Perdone?- me siento, tirando el bolso sobre el suelo del despacho- quizás el examen que puso era tal mierda que ni usted con todas esas neuronas y años de experiencia podría resolverlo en una hora.
Me mira serio, muy serio, se quita las gafas con la lentitud de una tortuga reumática.
-Si tiene el suficiente valor ¡repita de nuevo lo que ha dicho!.
Me levanto y me coloco a la altura de sus ojos.
-Lo repito, es un pésimo profesor… no sabe explicar, apenas entiendo lo que escribe porque su caligrafía es de un niño de primaria con temblores. 
Mantenemos una lucha de miradas de odio, repugnancia y asco infinito.
-¡Váyase! ¡esta aprobada con la condición de que no vuelva a verla en la vida!
-Daría lo que fuera porque una losa gigantesca cayera sobre su cabeza… pero me conformo con un aprobado. 
Y así, recogiendo mi bolso y cerrando con hostilidad la puerta salgo de su despacho con una sonrisa.

viernes, 31 de agosto de 2012

Viernes


Fumo sola en la terraza del hotel, y sin quererlo empiezo a recordar cómo me mirabas por detrás de la carta de postres en el restaurante. Cómo recorrías con tus dedos las gotas que paseaban por tu copa de vino. Cómo sonreías ante mis insinuaciones y mi baile improvisado bajo la luz de una farola.
Yo confiaba que subieras a mi habitación, no que te marcharas rozando mis mejillas y pronunciando un “debo marcharme” algo forzado. 
Si quisieras volver, dar media vuelta y subir las escaleras, te estaría esperando, así la noche del viernes sería la noche de nuestro baile particular donde tú y yo seríamos protagonistas.

jueves, 23 de agosto de 2012

¿Quieres un trago muchacho?


El desgastado cartel por el efecto del sol indica que en ese establecimiento se venden bebidas alcohólicas.
-Eso es lo que necesito muchacho- dice el rechoncho inspector desabrochándose los primeros botones de una camisa desgastada y sudada- entra y compra una buena provisión de cervezas, la guardia que tenemos entre manos puede ser muy dura si no la regamos.
El joven policía compra varias docenas de cerveza y chocolatinas, sabe que la manera más eficaz de hacer su trabajo es teniendo alejado del caso al hombre que lucha por limpiarse el sudor de la frente  y eso se consigue cuando su estómago esta lleno.
Una vez en el coche y tras aguantar con una sonrisa forzada las bromas y chistes verdes sobre cada mujer que pasa cerca , el borracho inspector cae en un sueño similar a un coma. Ronca profundamente mientras su barriga adquiere vida propia  y golpea la guantera con fuerza con cada expiración.
De repente, vestido de negro y tapando su rostro con un pequeño sombrero el sospechoso sale del apartamento que vigilaban.
Las órdenes eran claras, “deténganlo, hemos dispuesto alrededor del perímetro a varios coches patrulla, si se os escapa… definitivamente sois imbéciles”.
¿Fácil verdad? Y más para un joven policía con aspiraciones a eliminar todo el crimen de la ciudad y ascender de categoría dentro de la comisaría.
Pues en este caso imposible. La pistola y su cinturón descansan debajo del gordo inspector que duerme como un oso en plena hibernación.
-Mierda, jefe, ¡despierte! 
El sospechoso empieza a alejarse con rapidez, y su ascenso con él. Apenas ya puede distinguirlo entre los viandantes.
La radio del coche comienza a emitir pitidos.
-Aquí patrulla X-34, el sospechoso que perseguíamos ya ha sido arrestado. 
-Habrá que celebrarlo- dice el gordo y sudoroso inspector despertando de su letargo mientras abre otra lata de cerveza-¿quieres un trago muchacho?.

lunes, 20 de agosto de 2012

Mensaje enviado


El inspector recorre la sala con atención. Suda copiosamente, su tamaño impide que pueda moverse con agilidad, una prominente barriga indica que en los descansos ha cambiado el repaso de sus casos sin resolver, por donuts rellenos de monotonía y falta de inspiración. Un ayudante hace fotos a todo lo que con mala gana el enorme inspector le señala.
-Marcos ¿observa algo fuera de lo normal en esta escena?
El joven policía sube la montura de sus gafas con un gesto automático.
-Bueno observo a una mujer blanca de pelo rubio, de unos 20 años, la rigidez y el color de su cuerpo indica que apenas lleva unas horas sin vida, esta acostada sobre una cama colocada cerca de la ventana,  su peso descansa hacia a la derecha, parece que no tiene signos de violencia, lleva un vestido rojo muy elegante, huele todavía a perfume, de hecho parece que esta viva. 
-¿Y que hay cerca de ella?
-Un móvil. señor inspector, y además esta parpadeando.
El ayudante coge el móvil recolocando sus blancos guantes en una ensayada escena delante del espejo.
-Es un mensaje. “Llegaré tarde, no me esperes despierta. Besos”.
El inspector seca el sudor que recorre su frente con un pañuelo amarillento y con un quejido propiciado por el dolor de sus articulaciones arranca el móvil de las manos del joven policía.
-”Me he cansado de esperar, de hecho me he muerto del asco”, escribe con sus rechonchos dedos , reenvía el mensaje riendo de forma escandalosa.
Tira el móvil encima de la cama, cerca del cuerpo sin vida de la joven que murió esperando.

miércoles, 15 de agosto de 2012

¿Bailamos?


Ella aparece entre los focos que iluminan el escenario, deja que sus muslos fuertes mantengan la posición inicial de su coreografía con gracia.
El bar esta lleno, el público calla, atento.
La música arranca, el joven de la guitarra comienza con la canción, ella endulza cada paso de su danza con una sonrisa para terminar pasados unos minutos arropada en un rotundo aplauso.
Baja del escenario sonriendo, mostrando su elegancia en cada contoneo de sus caderas.
Observa al público con recelo, tarda poco en elegir acompañante. Tarda poco en marcharse del repleto bar que la acaricia con la mirada, para perderse en la noche. 
Yo sentada en un oscuro rincón, estudio sus movimientos ágiles, dispuesta algún día a ocupar su lugar. Ella me abandonó, pero dejo una pequeña nota bajo mi colchón “Hija mía, perdóname. Algún día bailarás flamenco como yo”.
Y así lo haré.


martes, 7 de agosto de 2012

El ruido


El despacho era elegante, acogedor, un ramo de rosas blancas decoraba la mesa de roble, donde un montón de hojas descansaban de las manos ágiles de aquel psicólogo que no dejaba de escribir.
-¡Pare ya! ¡deje de escribir todo lo que le cuento! ¡me pone nerviosa!
Él cesa de transcribir mis palabras con una leve sonrisa, con agilidad esconde el bolígrafo color plata dentro del bolsillo de su americana.
Me observa, se supone que en silencio, pero el problema que me ha llevado a su consulta impide que conozca el sonido del silencio.
Yo no hablo, me limito a frotar las palmas de mis manos. Elimino el sonido de mi cabeza tarareando. 
-¿Cuánto tiempo  hace que tiene ese problema?- me dice con voz melosa.
-No lo recuerdo, desde hace semanas, meses.. sólo sé que no aguanto más. Estoy volviéndome loca. Lo escucho todo el tiempo, un “tritritritritri” constante dentro de mi cabeza. Como si mi cerebro estuviera rompiéndose.
Golpeo mi cabeza con las manos, el sonido aumenta y apenas consigo escuchar lo aquel atractivo hombre esta diciéndome.
Con amplia elegancia se levanta del sillón rojo colocado enfrente de mí. Remanga su americana dejando ver unas muñecas perfectas.
-¿Me deja comprobar…“tritritritti“
-¡Haga lo que quiera, pero apague el sonido o me suicidaré aquí mismo.
Se acerca con rapidez y coloca sus manos en mi cabeza, examina cada rincón de mi cabello.
Al llegar a las orejas se detiene con delicadeza, esta manipulando algo.
De repente, la nada, la nada más deliciosa, el silencio. Ya no hay interferencias en mi cabeza.
-¿Lo oye? ¿se marchó el ruido?
-Sí, ¡es increíble! ¡usted es increíble!- le digo abrazándole con efusividad.
-¡Cálmese! Lo único que he hecho ha sido bajar el volumen de su sonotone. 
El rubor llega a mis mejillas… soy una completa imbécil, me digo a mi misma.

miércoles, 1 de agosto de 2012

El guión


Las manos me tiemblan, apenas consigo mantenerme sentada mucho tiempo sin mover las piernas frenéticamente. Recoloco mi falda en las caderas, pensando que quizás debería haberme puesto los vaqueros azules… peino mi cabello con el pequeño cepillo que saco del bolso y vuelvo a mirar el reloj, 10 minutos, sólo han pasado 10 minutos, respira. No lo has hecho tan mal, me digo a mi misma.
Me concentro en contar las pecas de mis brazos. Mantén la mente distraída, no pasa nada, pronto vendrán.
Tres sordos golpes en la puerta indican la aparición estelar de un señor trajeado distinto al que me ha estado haciendo preguntas.
-Señorita, mi nombre es Raúl, soy el director de este proyecto- dice estrechándome la mano con demasiada fuerza.
-Encantada, usted ya sabe quien soy yo- le contesto con risa nerviosa.
Él sonríe, una mueca de tres segundos que cambia mecánicamente al estado natural de seriedad.
Abre una maleta que traía consigo. De ella saca una montaña de pequeños guiones. Uno a uno, los coloca en orden. “Encuentro 1”, “La llamada”, “El beso”, “La noche”, “El primer golpe”, “El nunca volverá a pasar”, “La rutina”, “La boda”, “La paliza”, “El dolor“… uno a uno leo los títulos de las portadas.
-Pues bien, aquí tiene el guión. Es lo que ha elegido al decidir seguir conociendo a ese animal. La entrevista ha indicado que su inseguridad y su falta de autoestima le tendrán sometida a él sin problema. 
Él se da la vuelta sin despedirse, pero antes de cerrar la puerta asoma la cabeza.
-Aunque saltándome el protocolo puedo decirle, que aún puede reescribir su final. Le he dejado unas cuantas hojas en blanco. 

lunes, 30 de julio de 2012

Encerrada


Quisiera decirle tantas cosas en tan poco tiempo que no se cómo ordenar las palabras para conseguirlo.
Camino rápido, siguiendo los pasos del celador que me conduce hacía la sala de visitas.

La puerta se abre tras tres vueltas de llave, el señor que me acompaña me abraza con entusiasmo y con una rancia sonrisa señala un cartel desgastado por el tiempo donde se indica “Tienes 15 minutos, disfruta de la visita”.
Me abruma tanta amabilidad, todo son “gracias”, “pasa un buen día”, o “por favor tome la medicación” y los “buenas noches, recordar que sois especiales” que suenan por megafonía cuando las luces son apagadas.
Entro nerviosa arreglando mi batín blanco ceñido. Allí estás, vestido con tu camisa a cuadros azules a juego con tu mirada. Te levantas rápido, sonriendo y esperas que la distancia se acorte.
-Hacía tiempo que no venías- consigo decir cuando me hundo en tu pecho en el abrazo que me regalas.
-¡Shhh!- me respondes acariciando mi espalda.-¿Cómo estás? Pareces relajada.
-¿Relajada? ¡Odio este sitio! ¡Necesito salir!
Tu rostro cambia de expresión, y negando con la cabeza sacas del bolsillo una foto que colocas en mi manos.
En ella hay una mujer preciosa, viste una camiseta amarilla que parece diseñada para resaltar su belleza, sonríe, pero no de cualquier forma, cualquier persona pagaría por verla sonreír de esa manera. Aparece abrazada a él de forma cariñosa. Una oleada de envidia recorre mi cuerpo para ser escupida en un grito de amargura.
-¿Quién es?- consigo decir apretando los labios.
-Eres tú, cuando sonreías, por eso estas aquí. Sólo puedes salir cuando vuelvas a hacerlo. 

viernes, 27 de julio de 2012

Todo el tiempo


Piensa, piensa, sólo quedan 30 segundos.
Ella recoge apresuradamente sus cosas y las arroja con furia en la maleta abierta encima de la cama.
Joder, ¿qué le digo?. 
No me mira, apenas me ha hablado, solo me ha dicho que era el fin.
-Quiero… quiero decirte algo. 
Nada, parece que mi voz apenas es un susurro leve y ella me ignora. Empieza a cerrar la cremallera de la maleta.
-¡Para! ¡Para!¡Joder! ¡déjalo ya! ¡es imposible!
Ella deja la maleta en el suelo y retirándose el pelo de la cara con un bufido me observa fijamente.
-Imposible eres tú. ¿Sabes que te digo? Cuando aprendas a querer me llamas… mira déjalo, ni me llames. ¡Que te den! ¡y bien fuerte!.
Da un patazo a la maleta justo antes de que la alarma indique que el tiempo ha acabado.
Ella me mira soltando una carcajada bailarina.



-No, no creo que este sea un buen final- me dice sonriendo.
-Estoy demasiado colapsado.
-¿Lo intentamos de nuevo?.
Y así, conectando la alarma del reloj, recreamos una y otra vez  la posible escena del final.

miércoles, 25 de julio de 2012

Apuesta



Después de más de una hora en disimular mi mala cara bajo una capa de maquillaje y de elegir el vestido adecuado salgo de casa dando un portazo. 
Voy a cumplir una apuesta, una apuesta importante. En mi mano derecha descansa un maletín de cuero negro, en la otra un temblor débil es el único indicador de mi nerviosismo.
Los tacones resuenan en la calle medio vacía, hace calor y comienzo a sentir como mi flequillo se va mojando por el sudor.
No importa, camina, me digo a mi misma.
Llego al banco donde debo cumplir la apuesta y entro segura.
-¿Puedo ayudarle?- un señor engominado y con cara de vivir en un continuo sufrimiento se interpone en mi camino.
-Emmm…creo que usted no- le contesto mostrando indiferencia y algo de asco mientras sigo caminando hacia el interior, hacia el despacho del señor Soler, el supervisor del banco.
-Perdona señorita, pero, si no tiene una cita, él….-dice dando pequeños saltos y colocándose delante de mi con los brazos cruzados.
Él tapa mi camino, me mira con agresividad, con cara de toro salvaje a punto de cornear.
Con calma levanto el maletín y lo coloco a la altura de sus ojos.
-Aquí hay algo importante. Algo que jamás habéis tenido en este banco y que tú, señor “apatías” , no podrás tener en toda tu maldita vida.
Mi respuesta le aturde y poco a poco, como una roca desgastándose por el roce del agua se aparta y me indica que continúe.
Entro al despacho sin llamar.
-Verá no tengo mucho tiempo, ni quiero gastarlo en este horrible y apestoso banco.
El hombre que teclea en un ordenador levanta la vista y me observa confundido.
-Pero… si no tiene cita… yo no…- me observa con curiosidad deteniéndose en mis pechos. Hace el amago de levantarse para tenderme la mano.
-No se moleste en levantarse. Aquí tengo lo que quiero ingresar- le digo soltando con rabia el maletín en su mesa.
Él se sorprende. 
-Quiero ingresar toda esta pasta. Dentro tiene toda la información que necesita, el nombre y el tipo de cuenta al que quiero depositarlo. Sé que es inteligente y que será discreto. Confío en usted- le respondo mientras me muerdo el labio.
-Señorita…¿con quién estoy teniendo el gusto de hablar? Debe saber que las cosas no funcionan así. Esto tiene un trámite.
-Se que puede saltarse cualquier trámite, por eso vengo a usted- le digo jugueteando con mi pelo y dejando que su mirada se clave en mis pechos de nuevo- no puedo quedarme más, apenas tengo tiempo. Si me perdona, debo marcharme. Sea discreto y no cree un jaleo de esto.
Me marcho sin más.
Al salir me despido del “mala leche” con un gesto despectivo y quitándome los tacones salgo corriendo. 
Corro, corro como nunca, dejando que el aire entre en mis pulmones y salga despacio. No tengo mucho tiempo antes de que el señor director descubra que dentro del maletín la supuesta pasta son unos cuantos kilos de macarrones y espaguetis y una nota que pone “si quiere pasta aquí la tiene, la puede cocinar o jugar ha hacer collares con sus hijas, así puede seguir jugando con la pasta de los demás”.



martes, 24 de julio de 2012

Esa risa


Por sus manos han pasado muchas mujeres. Pero ella es distinta. Huele a coco y vainilla, su pelo negro tapa a medias su rostro, por un momento piensa en retirarlo y besar su mejilla, pero ella descansa tumbada muy cerca, con una respiración tranquila y rítmica que él no se atreve a romper.
Es perfecta, piensa, mientras acaricia con cuidado su pierna. Su piel es suave, es familiar, como si esa piel estuviera destinada a ser tocada por aquella manos largas y hábiles. 
Ella gime en sueños.
¿Cómo se llamaba? ¡joder anoche me lo dijo en el bar!, su risa es como un cascabel, eso sí lo recuerdo, bebía cerveza que sostenía con sus pequeñas manos de uñas rosas.
No se su nombre, mierda.
-Buenos días- dice ella rompiendo su pensamiento, mientras restriega sus ojos.
-Esto… ¡hola!. Pensaba que habías entrado en coma. 
Ella ríe, esa risa que se cuela por sus tímpanos para refugiarse en su pecho. 
-Quiero preguntarte algo, pero no se cómo. Verás… no recuerdo… no recuerdo tu nombre.
De nuevo la risa. Esa risa.
-¿No lo sabes? Quizás sea porque no te lo dije, soy Cascabel. Encantada.- dice besando su mejilla y levantándose con energía.
Cascabel. Es el nombre perfecto. Es la risa perfecta.

lunes, 23 de julio de 2012

La fiesta


La música suena alta, quizás demasiado pues las conversaciones se convierten en gritos.
Los invitados bailan, sonríen, todo marcha como era de esperar en una fiesta de bienvenida.
Ella es joven, de mirada marrón miel, sus labios rojos le dan aspecto voraz, recuerda a una loba a punto de atacar contra la vena del cuello de cualquiera que la incomode. Sin embargo se contonea y deja que su vestido azul marque el contorno de su cuerpo, dejando que sus caderas sean el centro de atención de miradas fugaces y susurros lascivos.
Acaba de llegar al “vecindario“,  todo ha sido muy precipitado, en apenas unos meses su vida ha dado un giro radical. No esperaba un recibimiento. De hecho le habían comentado que era un lugar demasiado tranquilo, que muchos perdían la cabeza ante el silencio y la soledad del lugar, pero el saber que su cama mullida color roble estaría en un lugar soleado y con olor a rosas le hizo tomar la decisión de instalarse en el Cementerio Norte de la Ciudad. 
Una pancarta en el centro del jardín con letra chillonas reza “Bienvenida Laira, aquí tendrás el descanso eterno”.
Ella sonríe. La muerte ha llegado demasiado pronto, pero sus nuevos vecinos parecen simpáticos. La fiesta de los muertos es un buen comienzo.

domingo, 15 de julio de 2012

Secuestro


La rozadura de las cuerdas sobre sus muñecas le provocaba un dolor que atenazaba sus músculos. El golpe de la cabeza le había provocado náuseas y apenas conseguía mantener los ojos abiertos. Le dolía todo el cuerpo por la resistencia que opuso cuando aquellos “simpáticos” hombres le preguntaron una dirección para automáticamente lanzarse sobre ella como lobos hambrientos e introducirla rápido en una furgoneta negra, cuyas letras amarillas rezaban “SEF,S.A.”
Hasta aquí todo parece de una película, una de muchas, en las que la joven acaba anunciada en cada poste de la ciudad y en cada cartón de leche como “desparecida”.
La joven abre los ojos, apenas distingue algo en la cerrada oscuridad de la estancia que huele a hospital. Sólo sabe que no esta sola, hay alguien cerca que respira con dificultad.
-Suéltame por favor, no diré nada, te daré todo lo que me pidas y cerraré la boca… quiero volver a casa, por favor…. -la suplica se transforma en un sollozo repleto de miedo- ¿Qué quieres? ¿dinero? ¿joyas? ¡te doy todo! ¡pero suéltame!.
Nadie contesta a la lluvia de suplicas, sólo aquella respiración, entrecortada, jadeante.
Los ojos de Naia comienzan a acostumbrarse a la falta de luz, una forma oscura la observa desde cierta distancia.
-No me hágáis daño… ¡ay! ¡ay! ¡dios!, soltarme, prometo…
-¡¡¡SHHHHH!!! ¡Cállate! ¡o acabarás por hacerlo cuando te corte la lengua!
La joven calla, apenas respira por miedo a que aquella voz sin rostro cumpla lo dicho.
-Te preguntarás que haces aquí, tú, una chica normal, con estudios, independiente…
-Yo…
-¡¡¡SSSSHHHH!!! Sólo escucha. 
Las luces de la habitación se encienden. La habitación es un pequeño laboratorio, un hombre ataviado con bata blanca y unas gafas gruesas se acerca lentamente.
-Naia, has sido seleccionada, tú serás la salvadora de este desastre… eres la única persona preparada que queda en España, no podemos permitir que huyas como el resto de jóvenes, debes quedarte.
-Pero yo… no entiendo nada…
-Sabemos que lo que estamos pidiéndote es difícil, el miedo reina en las calles, apenas hay gente que pueda permitirse salir a tomar un café y poder pagarlo, pero tú puedes cambiarlo. Vas a compartir tus conocimientos para hacer ver a la gente que esto puede cambiar. 
Naia es soltada de las ataduras ahora con amabilidad extrema.
-Señorita Naia, vas a ser nombrada presidenta, siento mucho la forma en la que te hemos traído y las amenazas pero es la única forma que teníamos para que nos escuchara, pues a rechazado todas las cartas que le mandamos.
-¿Tengo elección?- dice masajeándose las muñecas medio muertas por las cuerdas.
-No. 

jueves, 28 de junio de 2012

Sueños


Observo el vagón. 
Montada en el primer tren de la mañana busco la persona que me haga rejuvenecer.
Un anciano duerme roncando con furia, alargando cada ronquido teatralmente. Quizás sueña con su juventud y las cosas que ha dejado por hacer. No, él no.
Una madre mece entre sus brazos a un pequeño niño que se niega a dejarse vencer por el sueño, mierda, pienso, él sí hubiera valido.
Apenas hay gente, debería haber esperado el siguiente tren, pero no debo llamar la atención. Mi piel pálida deja ya entrever el entramado de mis venas, el invierno me permite taparlas con ropas largas… temo la llegada del verano.
Me incorporo lentamente del asiento para examinar más detenidamente a los pasajeros. 
Allí estas, mirando a través de la ventana del vagón, inmerso en tus pensamientos y luchando por impedir que tus ojos se cierren. Bostezas, tanto que parece que tu mandíbula caerá rodando  a tus pies.
Sonrío, en apenas varios minutos me devolverás la vida.
Cansada, desesperada, me levanto y me siento a tu lado.
-Buenos días- te digo mostrando la mejor de mis sonrisas ensayadas delante del espejo.
-Hola- respondes sorprendido.
-Me llamo Julia, te he estado mirando y pareces muy cansado. ¿Vas muy lejos?
-A visitar a mis padres, voy a Alicante, en apenas media hora estaré allí pero…
-No temas, yo te despertaré cuando lleguemos. Duerme. Tienes muy mala cara y a mi no me importa.
Pareces convencido y colocando la chaqueta como almohada cierras los ojos. En apenas cinco minutos caes en un sueño profundo. Coloco mi mano sobre tu pierna, la acaricio, descansas tranquilo, sin saber que robo tus sueños.
Sí, me alimento de ellos, pero se hace cada día más difícil, ya apenas nadie sueña con cosas agradables.

jueves, 21 de junio de 2012

Valor


Examino la expresión de tu rostro cuando colocas la taza marrón en la mesa rozando mi mano. No te alteras, no sonríes, para ti sólo soy la joven morena, que pide siempre un café con hielo.
-Aquí lo tiene, su café- dices algo malhumorado. Quizás sea porque hoy has dormido poco, lo noto en las ojeras que reposan a sus anchas en tus ojos, o puede que tu enfado sea causado por el dolor de tu tobillo derecho. Te mueves seguro, aunque cojeando levemente, entre las mesas de la terraza del bar, pareces un gato callejero en busca de la última raspa de pescado.
Decidida me levanto de la silla dejando el café intacto. Me acerco a ti segura, contoneando mis caderas con furia.  Coloco las monedas entre tus dedos y rozando tu oreja con mis labios dejo que las palabras escupan verdades.
-El día que me encuentres entre tanta gente me marcharé contigo, recogeré mis cosas y me perderé contigo.

Dejándote con la boca abierta me marcho sin volver a mirarte, decidida a volver mañana en busca de tu respuesta.

lunes, 18 de junio de 2012

Gala


Aprovecho que la oscuridad de la noche se ha dejado caer como invitada en la habitación abarrotada de gente, para buscar un rincón donde alejarme de los halagos y sonrisas forzadas.
Me dejo caer sobre una silla de terciopelo donde me descalzo de los tacones y masajeo mis pies.
Las luces de un pequeño escenario se encienden. El silencio, poco a poco, se hace protagonista. Un hombre trajeado y con tanta gomina como para pegar un puzzle de 1.000 piezas, se coloca delante de un micrófono dorado.
-¡Bienvenidos amigos y amigas escritores!. Es para mí un honor ser el encargado de entregar el premio a la mejor novela del año. Sus historias siempre esconden algo de realidad, un halo de misterio y finales trágicos que nos dejan con la boca abierta. ¿Quién pensaría que la escritora de “Finales sin fin” iba a aceptar la invitación a esta gala?, ¡Queridos, demos un fuerte aplauso a la joven que nos roba la inspiración!.
Camino hacia el escenario descalza, con los zapatos negros en la mano.
El presentador de la gala me ayuda a subir al escenario de forma servicial, aunque por un momento piensa en soltar mi cintura y dejarme caer. Sin disimulo deja dos besos intensos en la comisura de mis labios rojos carmín.
Todos me observan en silencio, expectantes, si me concentro oigo sus pensamientos, “fíjate, no es tan guapa”, “en realidad, no escribe, copia, plagia”, “es una demente”, “no se lo merece”…suavizo mi voz y con el mejor tono pronuncio mi discurso acercándome al micrófono:
-Buenas noches a todas y todos los que esta noche han decidido acompañarme a esta “preciosa” gala. Me odiáis con todas vuestras fuerzas, noto vuestras ganas de hundir el cuchillo de los canapés en mi pecho… sin embargo, seré educada. Debo agradecer este premio a toda la gente que provoca en mi todas las demencias que acaban escritas en papel, para llegar hasta vuestros grasientos dedos y ojos críticos.
Debo deciros que esta noche me habéis inspirado, “Finales sin fin” hecha el cierre, hoy he encontrado el final.
Todos callan, expectantes. Acerco mi boca la micrófono hasta rozarlo con mis labios.
-Hoy lloverá vomito sobre vuestras cabezas, os devuelvo todas las críticas “constructivas”.
La alarma de incendios se activa, pero en lugar de agua los aspersores sueltan un líquido amarillento que moja sus cabezas y vestidos caros.
Todos gritan, mientras yo camino segura hacia la salida abrazando mi premio. 
Joderos- les susurro.


miércoles, 13 de junio de 2012

Eficaz 100%

-Haz el favor de dejar de mirarme así- le dice la jóven al alumno que tiene la boca media abierta y los brazos sobre la mesa inmóviles- ¿No has entendido nada, verdad?.
El muchacho niega con la cabeza y lentamente busca con la mirada una salida.
-No. Por mucho que busques sólo estamos ¡tú y yo!, la puerta está cerrada con llave, y las llaves en mi bolso.
El jóven observa la sala. Un pequeño cubículo sin ventanas. Una pizarra reina la estancia, sólo amueblada con dos pupítres de madera. La luz artificial de los fluorescentes le empieza a provocar calor. Ya se aprecian unas gotas de sudor recorriendo su frente como si jugaran una carrera por llegar a sus cejas.
-Debo recordarte que todavía nos quedan 3 horas para acabar la clase. Tengo la autorización de tus padres para utilizar mi método.
Los sollozos y temblores se apoderan del muchacho, que comienza a llorar haciendo pucheros.
La profesora, inmune a sus súplicas en forma de lágrimas, saca del bolsillo trasero de su apretado pantalón un pequeño cuchillo.
-¡Sí!, comenzaremos de nuevo la lección. Ya lo sabes mi lema es "con sangre todo entra..." ¿puedes poner el brazo sobre la mesa?.
El indefenso alumno ya no solloza, grita. Se arrepiente con todas sus fuerzas de haber recogido a la salida del instituto aquel folleto de las manos de una preciosa muchacha, la misma que ahora le amenaza con un cuchillo.
"Método eficaz 100%" rezaba su anuncio, y quizás no mentía.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Juegas


Ahora sólo espero el derrumbe de las paredes de esta casa, que parecen a punto de ceder y caer sobre mi.
Ando sin ganas, sonrío automáticamente cuando sale tu nombre en alguna conversación, pese a que en mi interior siento que el corazón grita  y se estremece. Les digo estar bien, “la vida continúa sin él”.
Debería admitir que al cerrar los ojos todavía te veo en el sillón morado, engullendo cualquier libro, pasando las páginas en una caricia para pasar luego a mi espalda, provocando que el calor recorra mi interior.
A veces, sino siempre, me encuentro observando el hueco que ocupabas en la cama, todavía huele a ti. Las noches siguen siendo nuestras, sigues jugando con mi cuerpo cuando la luna ilumina el pequeño cuarto pese a que estas muy lejos.
Noto un abrazo cálido rodeando mis piernas.
-¡Ya basta! Sabes que no me gusta que hagas eso y mucho menos desde que estas muerto. 

jueves, 24 de mayo de 2012

Ser todo... menos yo


El silencio de la noche me abruma, lo callo colocándome los auriculares y perdiéndome en la canción que me regala.
Observo atenta el bloque de enfrente a través de la pequeña ventana. La vida de sus ocupantes me entusiasma, llenas de romances, problemas, rebosantes de la vida que me falta a mi.
Me dejo llevar por la imaginación e intento saber como sería el tacto de la seda del camisón blanco que lleva la mujer del segundo. Ser la sonrisa de la anciana que escucha atenta a su marido, abrazados delante del televisor en el quinto. Cómo saben los labios del joven del tercero, que se deja acariciar por una morena de culo respingón.
De repente la puerta de la habitación se abre en un susurro de bisagras. Alguien me arranca los auriculares bruscamente y me sostiene el brazo con fuerza.
-Se acabó el tiempo, mañana si cumples con tus obligaciones sin rechistar te daremos más minutos.
Vuelvo a mi triste celda arrastrada por un ser medio hombre-medio armario, apreta sus dedos en mis brazos provocando tal dolor que muerdo mis labios con fuerza para no gritar.
Me tumbo en la cama de sábanas amarillentas y tras tomarme la medicación que el médico del psiquiátrico me da en un vaso de plástico, me concentro en ser beso, piel, en ser todo… menos yo.


lunes, 21 de mayo de 2012

Préstamo


La escena parece tranquila, ella esta recostada en el  suelo cerca de un ventilador que mueve su pelo de forma constante.
Hace calor, una gota de sudor recorre su espalda. Bebe de un vaso en el que se oye el tintineo de unos hielos. Exceptuando el ruido de los hielos y algún que otro suspiro la habitación permanece en silencio.
Se levanta masajeando sus piernas, algo dormidas y camina contoneando las caderas hacia la habitación del fondo. No se molesta en encender las luces, su silueta blanca por la falta de sol  parece más salvaje en la oscuridad.
Abre la puerta lentamente, dejando que el pasillo se inunde de pequeños gritos y suplicas.
En el centro de la habitación un hombre trajeado esta atado y amordazado en una silla. “Me ha quedado muy profesional” piensa.
-¿Lo pensaste ya? - le dice ella acercando el vaso frío al ojo amoratado del hombre- Ya sabes cuál es el trato, necesito el préstamo, y tú, grandísimo hijo de puta me lo vas a dar, y ya de paso vas a regalarme la vajilla que dais en el banco. ¿Entendido?.
El hombre asiente, la desesperación se observa en cada poro de su piel.
-Voy a quitarte la mordaza para que me digas lo encantado que estas con tu nueva cliente.- le dice retirando con suavidad el trapo de cocina que cubre su boca.
-¡Estas loca!, ¡loca! Cuando sepan que me has secuestrado vendrán, y tú ¡¡maldita chiflada!! irás directa a la cárcel…-el señor banquero grita como un energúmeno, tanto que una vena del cuello comienza sospechosamente a hincharse.
Ella no parece molesta, agarra el vaso con fuerza y tomando algo de impulso lo estalla contra la cabeza del hombre, que automáticamente cambia los insultos por gritos de dolor . La sangre brota de su frente de manera escandalosa, manchando su precioso y caro traje.
-Querido, hay gente dispuesta a tratarte mucho peor que yo ahí fuera. ¿Probamos?.

sábado, 19 de mayo de 2012

Vigilancia


-¿Puede ayudarme?- una joven atractiva toca el hombro de aquel vigilante que parece medio dormido.
-Disculpe señorita- dice incorporándose de la incómoda silla en la que pasa las horas de trabajo.
Es sencillo, sólo tiene que vigilar aquel pasillo durante la noche, hasta que un simpático anciano le releva. A veces las noches se hacen eternas entre el silencio y la oscuridad que reinaba en aquella casa.
¿Motivos? No lo sabe, aceptó el trabajo sin preguntar apenas condiciones, la desesperación se cernía en su casa y el dinero le era urgente.
-Dígame, ¿qué puedo hacer por usted?- le responde quitándose la gorra negra de su uniforme.
La joven se acerca incomodando al hombre, huele a perfume caro, su sonrisa parece hipnotizarle y comienza a sentir que el deseo se ha clavado entre sus cejas.
-Debo decírselo al oído, nadie puede escucharlo- ella se acerca lentamente, casi roza sus mejillas, ya siente su aliento cerca de la oreja…
El vello del vigilante se eriza, siente irrefrenables deseos de besarla, desnudarla… mientras se imagina la escena, la joven hinca sus dientes en el cuello del hombre que la imaginaba desnuda.
Muerde, absorbe su sangre como si de horchata se tratara, él se deja y sin oponer resistencia alguna cae al suelo pasados unos minutos, parece vacío, blanco, ni una gota de sangre recorre el entramado de sus venas. Un espasmo estremece su cuerpo en un último suspiro. Es una noche que se volverá eterna en aquel pasillo abandonado. 
Con los labios pintados de sangre y el estómago lleno de aquel caliente líquido ella sonríe.







lunes, 7 de mayo de 2012

La noche eterna


Observo el reloj que descansa en mi muñeca, es tarde, demasiado como para continuar sentada delante de la ventana. El sueño no puede conmigo, ya vacila si romper mis neuronas dando saltos sobre ellas o volver a nublarme la vista a puñaladas dolorosas, pero no vencerá. 
El insomnio forzado por el que paso las horas en vela, me ha hecho ver otro mundo que vosotros no observáis.
La noche y su preciosa luna son testigos de lo oscuro, refugio de cobardes, de ruidos que se mezclan en mi cabeza y luchan contra mi cordura.
Pienso en ti, confesaré que tu marcha fue como un funeral, que no he aprendido la lección y sigo pensando que has robado mis mejores recuerdos. Ojala volvieras y así poder volver a dormir .
-Yo cumplo mis promesas. Cuando vuelvas volveré a soñar- me susurro a mi misma.

miércoles, 2 de mayo de 2012

El retrato


Aún tengo un poco de oxígeno y algo de café. Me digo abriendo la ventana y sacando la cabeza para respirar.
El líquido todavía humeante recorre mi garganta dejando su sabor amargo en mi lengua. Tú continúas durmiendo, medio desnudo, en la revuelta cama donde anoche me rodeabas con tus brazos. Aún recuerdo tu tacto en mi piel, el calor en mis caderas y tus miradas furtivas.
Sueñas, lo sé por el movimiento lento de tu pie derecho, cuando sueñas lo mueves hacia los lados. Excepto cuando es interrumpido por una pesadilla, entonces dejas casi de respirar.
Aprovecho la extraña postura en la que estas ausente en tus fantasías, (la mueca de tu rostro irradia felicidad, media sonrisa de lado… la que tanto me gusta), para coger el cuaderno y dibujarte en lápiz.
Justo debajo pongo el título “El hombre que sueña…”.
Me levanto, me visto rápido y huyo dejando tu retrato colgado en la pared con un alfiler.
Al cerrar la puerta el dibujo cae al suelo, dejando a la vista la continuación del título escrito por detrás.
“El hombre que sueña… que yo me quedaría”.

sábado, 21 de abril de 2012

Ayuda

Hoy no leeréis ninguna locura de las que aparecen en mi cabeza cuando busco como compañeros al silencio y las palabras. Esta noche acaricio el teclado de mi ordenador para pediros ayuda. 
He escrito un relato para un concurso y necesito que lo votéis, si os gusta, claro (y sino también).
Es en el siguiente enlace, tenéis que registraros y votar. ¡Fácil!; sólo son 5 minutos de vuestro tiempo para hacer a una chica enormemente feliz.
¿Os he convencido?.
No puedo agradecerlo de otra manera que siguiendo escribiendo y leyéndoos a todos/as.

Os mando mil besos empaquetados y todas mis locuras transitorias.
Gracias por visitar mi blog y hacerme sonreír.



jueves, 19 de abril de 2012

Ruidos

-¿Lo oyes?, ¡despierta!, ¡hay alguien en casa!- el chico que viste un pijama a cuadros zarandea a una joven que duerme a su lado plácidamente con la boca abierta.
-¡Ay Juan! Yo no oigo nada, ¡déjame dormir!- dice malhumorada.
-¡Vienen por mí!, conocen mi secreto.
-¿Tu secreto?…-la joven se incorpora de la cama y  levanta las cejas mostrando duda- Juan , ¿qué le importa a los ladrones que todavía te de miedo la oscuridad?, de verdad, hay veces que pienso que me he casado con un crío de parvulario.
Él apenas se mueve, parece concentrado en escuchar el leve movimiento en la planta de abajo.
-Voy a saludarlos, a invitarlos a un café y a que me cuenten si es rentable ser ladrón, lo mismo me cambio de profesión. Si me oyes gritar no bajes, eso es que el ladrón es muy guapo y me esta mostrando sus encantos- le dice divertida guiñándole un ojo y colocándose una camiseta azul que le llega hasta los muslos.
-No bajes, son ellos.
-¿Ellos?, ¿quiénes son ellos?, Juan o me cuentas que pasa por ese cabezón o seré yo misma la que te de una paliza y te destroce los sesos- la chica se pone encima de él y le acaricia la cara con cariño. 
-Hace tiempo me llevé algo de un sitio que no debía, me dijeron que volverían a recuperarlo por muy lejos que me fuera- le responde mirándole a los ojos apenas con un hilo de voz.
-¡Estas perdiendo la cabeza!- se levanta furiosa y dando grandes zancadas baja a la planta de abajo sin encender ninguna luz en su camino.
Se oyen susurros… algo ha caído al suelo… una puerta que se abre… portazo… silencio.
-¿Lucía?…¿Lucía?- el muchacho se levanta tembloroso de la cama.
Recorre el pasillo de puntillas, cogiendo por el camino una figura alargada y  horrible de porcelana que agarra como arma defensiva.
-¿Lucía?…cariño… ¡te dije que no bajaras, joder! … ¡vale!. Os daré lo que queréis, os lo devolveré. Pero dejarla. ¡Dejarla!- las lágrimas comienzan a mojar sus mejillas blancas por el miedo.
La puerta del salón esta cerrada, tomando aire y agarrando con fuerza la figura defensiva la abre de un patazo.
-¡¡¡SORPRESA!!! FELIZ CUMPLEAÑOS. -gritan los invitados a su fiesta sorpresa mientras él cae al suelo con un ataque al corazón.

lunes, 16 de abril de 2012

Luz

Levanto mi vista hacia el cielo estrellado que me regala la noche fría.
Tiemblo, no se si por el frío o por el miedo. Me concentro en el punto de luz de una estrella que destaca, "ese serás tú", pienso.
Sigo pensando en la imbécil idea desde que era una niña que cuando alguien se marcha una luz se enciende en el cielo para dejar su huella, recordar al mundo que existió y que de una manera u otra, iluminará tu camino.
Respiro hondo, segura de mi decisión y tomo carrerilla.
Comienzo a correr dejando la ansiedad, inseguridades, dudas y un sinfín de demonios internos en el camino…dejo de correr justo en el momento en que mis pies no encuentran suelo.
Vuelo, pienso, mientras mi cuerpo cae al vacío desde un décimo piso.
Ahora si verás mi luz.

lunes, 9 de abril de 2012

El reencuentro

Me esperas en el anden de la estación con una falsa sonrisa, pareces algo intranquilo y cansado. Me besas rozando mis labios con frialdad y vuelves a tapar tus ojos con las gafas de sol.
-¿Qué tal el viaje?- me dices absorto en tus pensamientos- pensaba que ya no vendrías, te he buscado muchas veces. No sabía nada de ti desde hacia meses. Todo lo que paso…
- Ha ido genial, y estaría mucho mejor si al salir tú me recibieras con algo más de ganas- te respondo interrumpiéndote mientras destrozo tu peinado engominado.
-¡Para! ¡sabes que odio que me despeines!- gritas enfadado.
-Lo se, pero lo echaba de menos- cojo tu mano con fuerza, como cuando éramos felices.
Pareces no entender nada, tu mano al principio algo tímida empieza a subir por mi brazo para luego acariciar mi pelo.
-Sigues oliendo genial, sigues igual…-me dices ahora serio.
-Y tú… bueno, sabes que tienes que recomponerte, seguir adelante, esas ojeras te hacen parecer un rockero vividor. Estas más delgado- adentro mi mano en tu camiseta acariciando tu barriga.
Cierras los ojos.
-Fue muy duro. No sabía que dolería tanto- te digo- la muerte duele. Pero me ha dolido más el echarte de menos. Hoy es el día Carlos, solo he venido para decirte que te quiero. Hoy es el día en el que dejarás de verme y de imaginarte una y otra vez este reencuentro en el que siempre aparezco. Mañana no lo haré, debes acabar con esta locura y empezar a vivir con normalidad, yo no estoy allí, no estaré… sabes que estoy muerta.
Te beso, pareces grabar cada instante en tus retinas.
-Me marcho, adiós Carlos.
Cierras los ojos mientras dices algo que no entiendo.
-Señor, abra los ojos, la sesión de espiritismo ha acabado, son 200 euros.

lunes, 2 de abril de 2012

Piedras traen el fin

Observo el reloj, es la hora. Cogiendo la piedra que descansaba dentro de mi bolso la lanzó cogiendo impulso sobre tu ventana.
Los cristales caen hechos pedazos sobre el asfalto, el ruido rebota calle abajo en el silencio de la madrugada. 
Grito, te grito con rabia, con furia, hasta que mi voz se pierde en tus oídos.
Te sigo echando de menos, sigues doliendo tanto que el sabor dulzón de mis lágrimas se han convertido en el plato especial de la casa, en el postre de cinco estrellas que se anuncia con buena tipografía en la carta del menú.
Te odio- grito- ¡Estas perdiéndome! ¿me escuchas?.- vuelvo a coger impulso e intento acertar con la segunda piedra en tu cabeza.
Un “¡ay! ¿Estas loca?” Me indica que he acertado, me siento mejor imaginando que la sangre sale por tu frente. 
Me recompongo, coloco mi pelo y tapándome el rostro con la capucha de mi sudadera gris tiro la última piedra hacia tu ventana, en ella en rotulador negro esta escrito el final. 
Me marcho justo cuando se escuchan las sirenas de un veloz coche de policía. Corro mientras siento que mis pulmones vuelven a llenarse de aire, vuelvo a ser acariciada por el viento. Vuelvo a ser yo.

lunes, 26 de marzo de 2012

Fideos

-Señora, tranquilícese, respire y dígame qué es lo que esta sucediendo.
-¿Qué me tranquilice? ¡No puedo! ¡Mi marido esta con un ojo en la mano!
-¿Un ojo? ¿De quién?
-¡El suyo! No se cómo ha pasado, estábamos cenando mientras veíamos la tele y de repente su ojo derecho ha caído sobre la sopa… ¡es horrible!
-Pero señora, ¿se ha desmayado? ¿Ha perdido el conocimiento en algún momento?
-Yo no, él sí, lloraba mientras rebuscaba su ojo entre los fideos, que siempre me salen muy buenos.
-¿Respira con normalidad? Le estamos mandando una ambulancia, llegará lo antes posible, intente que su marido…
-¡Ay! Los fideos, todos desperdigados por la mesa, tienen mucha historia, es una receta antigua, mi abuela me la enseñó cuando era una cría, y ahora están manchando mi mantel de ganchillo.
-Señora…su marido…
-No…fue mi abuela, mi marido es un manazas, es un torpe inútil que no sabe hacer un huevo frito, estoy cansada de mirar por él las 24 horas del día.
-Pero…
-Nena, ahora esta tranquilo, no grita ni llora como hace un momento. Mientras llega la ambulancia puedo darte la receta…te aseguro que les gustarán tanto a tus comensales que los ojos se saldrán de sus órbitas.

sábado, 24 de marzo de 2012

No estoy enferma

-El tratamiento será duro, probablemente te sientas débil y pierdas el apetito, pero creemos que así conseguiremos la total curación- dijo el médico de bata blanca mirándome fijamente.
Y aquí estoy, varios días después de mil pruebas en un hospital triste, sentada en un incómodo sillón verde con las piernas en alto, enchufada a una máquina que me limpia la sangre. 
-Ya sabes Laira, si te sientes mal solo tienes que pulsar el interruptor que tienes colgado en la pared, justo detrás de ti- dice la enfermera señalando el aparato blanco con un botón rojo en el centro- Sabemos que es duro, pero reina respira hondo y relájate, la sesión dura 6 horas. ¿Quieres que te traiga algo? ¿agua? ¿una revista?.
-No gracias- le respondo- puedes irte. Estaré bien. -pronuncio estas palabras sabiendo que es mentira, esto no se soluciona con una maquinita que me saca la sangre y me la devuelve “limpia”. El problema es mas complicado.
La enfermera se marcha cerrando la puerta con cuidado, cierro los ojos y me concentro en contar de 1 a 100 respirando profundamente. De repente una sombra alargada pisotea los números que rondaban mi mente  y mi cuerpo entra en una tensión dolorosa,  ha vuelto, llega a pasos gigantes. Huele a azufre y a cadáveres podridos, oigo aplausos y un pitido atronador en mi cabeza, ya lo siento cerca, ya lo noto dentro. Me levanto intentando que el gotero y el aparato que tengo enchufado a mis venas no caigan, apreto el interruptor con furia, una y otra vez mientras comienzo a perder la noción del tiempo y la realidad.
-¡Ya ha vuelto! ¡No se como tengo que deciros que el demonio no se marchará de mi cuerpo tan fácilmente! -grito a la manada de médicos que entran a la habitación.- ¡ha vuelto! ¡ha vuelto para quedarse!

miércoles, 21 de marzo de 2012

Última foto

Recoges tus cosas de manera acelerada, apenas me miras de reojo mientras guardas tu chaqueta verde entre los pantalones arrugados. No sabes que decir, se que no queda nada que te pueda retener aquí y por eso me mantengo a cierta distancia. Observo la escena, guardándola en mi mente como la fotografía final de una gran película.
“No me quedan ganas de intentarlo“,  me has dicho sentenciando el final mientras tirabas el humo del maldito cigarro sobre mi rostro. 
Caminas seguro con tu maleta a cuadros, dejando en el pasillo tu olor, solo espero que cierres la puerta tras de ti por si algún día se te ocurre volver.

jueves, 15 de marzo de 2012

Punto y final

“Ya no voy a seguir el guion, no tengo fuerzas para continuar dejándome el alma siguiendo la trama escrita por un cruel director. Seguro que él se lleva mil premios, pero yo me he convertido en  una actriz frustrada”. Te digo estas palabras sin apenas mirarte, sabiendo que llegan a tus oídos pues estás sentado justo al lado.


“No nos valen terapias, ni gritos, ni discusiones histéricas que acaban en una afonía ronca, este instante es el último que podrás envasar el vacío en tu memoria”.
“Fíjate, ¿ves mis manos? Ya no pesan, ¡flotan! , ¿ves?.  Ahora que sé que es el fin estoy mucho mejor”. Muevo mis brazos lentamente mientras me levanto y me alejo calle abajo y me pierdo  entre el gentío que pasea por la céntrica calle.

Mis lágrimas viajan de mis ojos al suelo en un salto final, chocan contra el asfalto y mojan mi cara. Las últimas lágrimas que congelan este instante. “¡Ojalá te mueras!”, grito sin mirar hacía atrás.  “¡Ojalá te mueras!”.



Basado en 1999 de Love of Lesbian.