Visitantes

jueves, 15 de diciembre de 2011

Punto y final

Apenas había dormido, las ojeras se disimulaban con el maquillaje pero el cansancio no se esconde  debajo de su falsa sonrisa de resignación. Su vida se ha convertido en un bucle de soledad. Sola, repite su cabeza cuando el silencio y la oscuridad reinan en su habitación.
Es temprano, el camino al trabajo a esas horas le da dolor de cabeza, siempre se cruza con las mismas personas, la anciana del segundo que sube con su caniche, el perro le saluda con un bufido, la anciana ni eso. El joven que reparte los periódicos, la mujer que limpia la escalera  13, la universitaria cargada con un libro cuya portada exclama “¡derecho del trabajo!”, es una joven con signo de exclamación en su vida, quizás por eso en lugar de saludar con un gesto como hace ella le grita un “hola” de manera agresiva.
Esa mañana las cosas cambiarían sin saberlo, el ascensor llega a su piso con un estruendo sospechoso  provocado por el rechinar de su antiguo mecanismo, dentro hay  un hombre de espesa  barba que le sonríe con amabilidad.
-¿Una mala noche?- le pregunta, con tono armónico mientras le sostiene la puerta con gentileza.
-¿Tanto se nota?  Bueno sí, estoy horrible.- le contesta, arreglándose el pelo delante del espejo que domina el pequeño cubículo.
-¡No! si tú estás muy bien.
El espacio parece cerrarse, el aire se vuelve más dulce y sin saber cómo cierra los ojos y roza los labios del hombre que ahora le agarra por la cintura.



El ascensor queda parado un segundo, para luego caer brutalmente contra el suelo, las roídas cuerdas desgastadas por los años han cedido… pero caen sumidos en un beso. Un beso eterno.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Callada siempre

-Quiero tenerte siempre-le dice él con tono cariñoso.
Ella no cambia de posición, esta tumbada sobre el sofá de cuero, con la cabeza reposando sobre las piernas del muchacho que peina su cabello con dulzura.
-¿Me has oído? Sabes que no soy dado a  declaraciones pero hoy te noto espectacular.
Ella sigue inmóvil, su piel es amarillenta, casi enfermiza, parece cansada por las grandes ojeras que cubren sus ojos cerrados, su delgado cuerpo, cubierto con un ligero vestido de seda negra, deja entrever los prominentes huesos de sus caderas.
-¿Cuánto tiempo vas a estar sin hablarme? Fue un accidente, sabes que no quería hacerte daño, además el morado ya casi no se nota. Estas preciosa.
Parece molesto por la falta de atención de la joven y la tira fuera del sofá con un brusco empujón.
Ella cae, su cuerpo choca contra el frío suelo provocando un estruendo, parece que sus huesos se han roto en mil pedazos, pero de su garganta no sale ningún sonido.
-Lo siento, me ha vuelto a pasar -levanta con cuidado el cuerpo de la delgada muchacha y lo coloca encima de sus piernas…-nunca voy a dejarte marchar, así podemos ser felices-dice acariciando la fría mejilla  del cadáver que un día fue una alegre joven-callada estas más guapa.