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miércoles, 30 de noviembre de 2011

Anfitriona

La fiesta es todo un éxito. Todos bailan al son de la música que una pequeña banda toca en el centro del jardín. Algunas parejas huyen del gentío y se refugian en sus besos.
Yo bailo en el centro de la improvisada pista ejerciendo de anfitriona, muevo mis brazos al ritmo de la batería y balanceo las caderas, juego con mi pelo…te miro y me acerco poco a poco.
Tú te contoneas torpe, sonríes divertido e incluso algo bobalicón mientras buscas con la mirada el escote de mi camisa.
La música se vuelve salvaje, suenan timbales que semejan un ritmo africano…me acerco a tu oreja y te susurro, te beso en el cuello mientras te agarro la mano con la que sostienes un  vaso de plástico.
-Yo si fuera tú no bebería de ese vaso- te digo volcando el líquido al césped.
-¿Por qué? – me respondes asustado.
La música cesa, ambos miramos a nuestro alrededor…todos están en el suelo, todos bebieron el veneno.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Egocentrismo

Hoy estoy egocéntrica. Me he mirado al espejo mientras me desvestía para ducharme y he disfrutado por primera vez de la cicatriz ficticia que empieza a sanar en mi pecho.
Ya no dueles, ya no quiero hablar de ti.
He preparado café y me he sentado a disfrutarlo en el alféizar de la ventana, observando cómo los viandantes semejan hormigas, desde aquí dan ganas de aplastaros, de escupir y ahogaros con mi saliva.
Suena el teléfono, eres tú, pero en lugar de cogerlo y que vuelvas a romperme en mil pedazos lanzo el móvil desde la ventana… y lloro sobre el café, endulzando su amargo sabor, para beberme trago a trago todo el daño que me hiciste, lo mejor de todo… me encanta mi sabor.

martes, 22 de noviembre de 2011

Día de lluvia

El profesor habla sin cesar de escupir sobre los papeles, sus gafas se resbalan poco a poco cayendo por su aguileña nariz, esta cruzado de brazos para no manchar el elegante traje de raya diplomática que lleva en días de lluvia (hoy tocaba).

Yo le observo imitando su posición, cruzada de brazos fijo mi mirada en su cabeza. Imagino un final de clase apoteósico, unos gimoteos de angustia, la tonalidad morada que adquiriría su piel mientras se asfixia con una bola de papel hecha con sus aburridos apuntes de palabras rebuscadas.
Sin darme cuenta río a carcajadas… y sin darme cuenta acumulo un suspenso más en mi expediente.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Cada 6 años

El bar está lleno, la gente habla alegre, provocando un murmullo general en el que es difícil escuchar tu voz.
Bebo mi café mientras tú no paras de hablar, dices algo sobre “cenizas”, “volar” y sobre “es el fin”, pero yo estoy concentrada en tu pelo, en lo mucho que te lo has dejado crecer desde la última vez que nos vimos. En el familiar color de tus ojos, en esa manía de sostener la cucharilla del café como si de un cigarrillo se tratara…concentrada en ti.
6 años sin vernos y pareces dispuesto a resumir tu vida en un café. Tu mano tiembla y como si echaras de menos destrozarme te levantas sin apenas despedirte. Un leve gesto con la cabeza y atraviesas la puerta del bar como si de un espejismo se tratara.
Sola, sentada delante de las dos tazas vacías deseo que pasen rápido los próximos 6 años para volver a verte, quizás para entonces ya me haya curado y pueda hablarte.

martes, 15 de noviembre de 2011

Hechos reales

Aquel escritor era famoso por basar sus novelas en hechos reales. Pasaba una etapa de poca inspiración, visitaba los locales más alternativos de la ciudad, buscando unos ojos que le contarán alguna historia tenebrosa, algún rostro que reflejara una anécdota fría y lúgubre…pero allí sólo encontraba borracheras baratas y malas compañías que le arrastraban a una mullida cama en la calle 13.
Esa joven pagaba la habitación con el dinero que él le dejaba en un pequeño sobre en la mesita cuando se marchaba. Era una chica alegre, morena de piel y con una inteligencia oculta a través de palabras mal pronunciadas.
Aquella noche, él encontró algo sobre lo que escribir, él sería el protagonista y aquella chica su salvación…se levanta de la cama sin hacer apenas ruido, se pone los pantalones lentamente, observando como el pecho desnudo de la muchacha se mueve con cada respiración.
-Bien, ya tengo historia.
Utiliza la manga de su camisa blanca para amordazar a la joven que abre los ojos asustada.
-¿No has tenido bastante?-le dice pensando que tiene otra intención.
Le tapa la boca con sus hábiles manos de escritor y la estrangula poco a poco con la otra.
La muchacha deja de respirar…¿y ahora?...después de vomitar se sienta delante del cuerpo desnudo e inerte y empieza a escribir.
Las palabras salen raudas, quedando escritas en un blog rojo que siempre lleva en el maletín.
Del motel sale unas horas después, con una historia espectacular de amor y odio, de muerte.
Lleva escrita una saga de libros del mismo estilo...siempre basados en hechos reales.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Mentiras

Allí estaban, uno en frente del otro, llevaban hablando por internet desde hacía varias semanas. Hoy era el día del encuentro en la entrada de una cafetería del centro de la ciudad.
Así podremos huir si no nos gustamos, se habían dicho divertidos. ¿Cómo reconocerse?.
-Yo llevaré una corbata negra con lunares rojos- le había escrito él en un mensaje.
-Yo me pondré unas medias lilas-le contestó ella.
Ahora, una vez frente a él,comprueba que era distinto a cómo se había descrito, guapo, atlético, con alguna cana ,le había dicho, siendo en la realidad un hombre entrado en carnes, sin casi pelo y no rebosante de belleza.
Ella, bueno, también había mentido, soy una mujer seductora, joven, con el pelo rubio y largo, siendo  bastante mayor ,muy cortada y de pelo canoso.
-¿Hola?, ¡no puede ser!- dice él quitándose la corbata con rapidez.
-¡No lo entiendo! ¿Qué haces aquí?, ¿tú no estabas en una reunión de trabajo?.
-¿Y tú no estabas con tus amigas?.
El silencio se recrea entre ellos que se miran sorprendidos, sólo lo rompe la carcajada que sale a borbotones de sus gargantas.
Se cogen de la mano y se marchan calle abajo riendo. A fin  de cuentas son marido y mujer desde hace 30 años, cómo no perdonar unas mentiras “piadosas”.

martes, 1 de noviembre de 2011

En el armario

-¿Policía?, mi nombre es Susana, estoy en la calle Rosalía número 20 y necesito ayuda. Alguien ha entrado a mi casa, estoy sola, metida en el armario…
-No se preocupe, ¿Qué ha pasado?- le responde una voz masculina y  tranquila al otro lado.
-Ya se lo he dicho, han entrado en mi casa, no se que quieren ¿cuánto van a  tardar en venir?,¡estoy asustada!
-Ahora mismo le…piiiiiiiiiiiiii- el teléfono emite un pitido atronador.
-¿Hola? ¿Hola?- el llanto inunda su cuerpo, y las lágrimas recorren su cara cayendo sobre sus rodillas, pues esta sentada abrazando sus propias piernas dentro de un ropero sin luz.
No lleva mucho tiempo viviendo en aquella casa, de echo todavía habían diversos enseres empaquetados en cajas en el salón. Cajas que escucha caer al suelo.
La pregunta era, ¿sólo quieren robar?.
El ruido cesa, la muchacha cuenta hasta 10 conteniendo la respiración y concentrándose en escuchar.
Reina el silencio. Se levanta poco a poco y abre las puertas del armario con cuidado.
Camina de puntillas hacia la puerta de la habitación, y llenándose de aire los pulmones y coraje corre hacia el final del pasillo, buscando la puerta de salida, la puerta hacia su salvación, al llegar la abre eufórica, a pesar de que va en ropa interior y fuera hace un frío horrible sale corriendo calle abajo.
Un coche de policía llega interrumpiendo el silencio de la noche con su sirena, frena en seco al verla.
-¿Señorita? ¿usted es quien llamo?- pregunta uno de los policías saliendo del coche mientras se quita con rapidez la chaqueta y la coloca sobre los hombros de la pálida muchacha.
-Sí-dice temblando del frío-no se si esta dentro aún.
Sentada en el coche de policía espera que la pareja de agentes salga de su casa…cuando lo hacen ambos parecen contrariados.
-Señorita, en su casa no hay nadie, no hay señales de que su puerta haya sido forzada y todas las ventanas están cerradas. Parece que no falta nada….
El hombre continúa hablando pero ella ahora lo comprende todo….
Levantándose del coche le devuelve la chaqueta al policía y dando los gracias entra en su casa.
En una de las cajas del suelo esta su gata, la cual le mira con ojos inocentes.
-Qué imbécil soy.