El profesor habla sin cesar de escupir sobre los papeles, sus gafas se resbalan poco a poco cayendo por su aguileña nariz, esta cruzado de brazos para no manchar el elegante traje de raya diplomática que lleva en días de lluvia (hoy tocaba).
Yo le observo imitando su posición, cruzada de brazos fijo mi mirada en su cabeza. Imagino un final de clase apoteósico, unos gimoteos de angustia, la tonalidad morada que adquiriría su piel mientras se asfixia con una bola de papel hecha con sus aburridos apuntes de palabras rebuscadas.
Sin darme cuenta río a carcajadas… y sin darme cuenta acumulo un suspenso más en mi expediente.
Da igual.
ResponderEliminarSi te has reído ya está bien.
Total aunque apruebes no hay trabajo.
Como mínimo pásalo bien.
Besos.
Estupenda descripción de la situación. No me va usar trajes los días de lluvia, corren el riesgo de que se arruinen.
ResponderEliminarSaludos Laira.
tu cabecita no para de tener combustiones... me alegro. También de tus comentarios en mi blog... gracias... que no te nuble la cabecita la lluvia... un abrazo
ResponderEliminarLo que hace la imaginación cuando uno se aburre...
ResponderEliminarDivertido aunque el final no tanto para la protagonista.
Besitos
Uno más nunca estuvo mal.
ResponderEliminarBesitos, guapa!!
Sin darse cuenta..los apuntes aburridos pueden quedar en suspenso dentro de una bola de papel en el lugar más extraño.
ResponderEliminarUn abrazo
Hay profesores que resultan realmente inspiradores... esperemos que recuperes en septiembre y te decidas a ponerlo en práctica. ¿No mató Hércules a su profesor de música?
ResponderEliminarBesos y mucho té, que arrecia el frío.
Alástor
profesores: nunca los imaginé en sus camas.
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