La cafetera grita desde la cocina anunciando que el café esta listo, pero provocando en mi un temblor que me hace tirar la pistola contra el suelo.
-¡Cuidado! No quiero que mi asesina termine matándose a sí misma- dice sonriendo el anciano que parece rejuvenecer por momentos.
-No, yo prefiero morir en una cama mullida, rodeada de velas aromáticas mientras me masajean los pies, no pidiendo a una desconocida que me dispare. Esto me parece tan irónico y tan…- me levanto a preparar dos tazas de café sin terminar la frase, introduzco la pistola entre mi cadera y la goma del pantalón de mi pijama.
-Genial, me siento una policía de película novata- me digo a mi misma mientras endulzo mi café con una buena chorrada de whisky.
Coloco las dos tazas encima de la mesa del salón y me siento cruzando las piernas.
-Esto no puede ser tan sencillo. Te disparo, me llenas el salón de sangre, de vísceras…-comienzo a imaginarme la escena y las arcadas viajan desde mi estómago a mi traquea, dándole a mi cara un tono blanquecino preocupante.
-Y a cambio obtienes una cuantiosa cantidad de dinero. (Las nauseas desaparecen).
El anciano parece divertido, demasiado como para saberse muerto en unos minutos.
-Es sencillo, reina (dice pronunciando cada letra con calma, mostrando la paciencia de sus años). Cuando yo este muerto, cadáver, cartón… cuando la sangre brote de mi sien como si de una fuente se tratara, solo debes llamar a este número y decir “Fabuloso cerdo muerto”.-me entrega una tarjeta donde leo “Julián, abogado, y un número”-vendrá una persona, algo arisca, comprobará que estoy para colgar a secar y te hará entrega de una llave. La caja donde guardo el dinero esta en mi casa… él te dará todo lo que necesites para huir. Tengo todo pensado.
Mi cara de sorpresa hace que sus carcajadas se eleven en el poco espacio que nos separa.
-¿Fabuloso cerdo muerto?….¡esto es una broma!, maldita perra mi hermana que me la esta devolviendo. Fue un accidente, éramos pequeñas. Vale, ya esta, ¿dónde esta la cámara?, ¿dónde sonrío?- me quito la coleta que recoge mi cabello y lo peino con mis dedos.
El hombre me mira expectante de cada movimiento.
-O te calmas, o ese dinero ira a una alcantarilla, a alimentar a ratas del tamaño de tu puño.
Me siento jadeando, respirando con dificultad, observando cada rincón del salón, esperando que un cámara de televisión salga de detrás del ficus del rincón y me llame “Pardilla”.
Si quieres lo mato yo y vamos a medias.
ResponderEliminarBesos.
Al final va a ser una broma o ¿no? Vamos a ver como acaba esto que todavía no está tan claro como parecía...
ResponderEliminarMuy divertido estas noches raras.
Besitos