Los gritos retumban en las paredes, recorren los pasillos danzando hasta legar a mis oídos.
Quizás es el paciente de la planta 3, aquel que anuncia el fin del mundo cuando el sol cede su puesto a la luna, cuando empieza a llover, cuando un perro pasea con su dueño cerca del psiquiátrico y él lo observa a través de las ventanas, incluso aquella vez que decidí cambiar el color del pintalabios en una de sus consultas por un rojo más intenso, pensó que eso era indicativo del principio del final.
O puede que sea la chica de pelo rizado de la habitación 34, ella sigue esperando que las sombras de una antigua relación retornen, apenas consigo mantener una conversación con ella sin que se atragante, pensando que llega tarde a una cita ficticia que nunca se produjo.
Hoy es un día rutinario, cuestionarios a rellenar, seguimiento del avance de los pacientes más graves, nuevos ingresos, bajas…
Llaman a la puerta con dos golpes fuertes. Dos celadores entran a un paciente en silla de ruedas.
-¿Dónde lo ponemos? Esta alterando a todo el comedor.
Es el paciente 22, un chico joven, de mirada azul cielo y un pasado todavía por escarbar. Las sesiones intensivas apenas han resultado efecto.
Sólo conocemos su nombre, algún que otro dato básico y la melodía que tararea una y otra vez.
-Dejarlo aquí. Hablaré con él. Y chicos tener calma. Nadie os dijo que este trabajo fuera fácil.
Ellos se retiran ahora más relajados, satisfechos de eliminar el problema de raíz.
Una vez a solas con el paciente 22 abro su expediente y releo mis escasos apuntes de la observación a la que le sometí cuando entró en el psiquiátrico.
-¿Y bien Carlos? ¿estas bien con nosotros?- se que su respuesta será el silencio así que continúo- quiero que te sientas en familia, que hables conmigo, yo estoy aquí para ayudarte.
Me observa, fija sus pupilas en mi rostro, me analiza, casi diría que yo soy la paciente en lugar del médico.
-Carlos, esa canción que cantas… pone nerviosos a todos, ¿lo haces para llamar la atención? ¿sientes que no te prestamos atención? ¿crees que deberíamos tratarte de otra manera?
Niega con la cabeza, una, dos, tres veces para parar en seco y sonreír.
-Vaya Carlos, eso es un paso. ¿Quieres decirme algo?
-¿Y tú?
-¿Yo? ¿Perdón?
-¿Quieres decirme algo?
-Quiero ayudarte.
El paciente se mueve en la silla de ruedas algo incómodo. Sigue sonriendo, como si una máscara teatral cubriera sus verdaderos sentimientos.
-Dí lo que sientes Carlos.
-Siento miedo, la voz, la voz me dice que debo matarte a ti y a todos, descuartizar tu cuerpo y esconder tus trozos por los cajones de tu despacho, solo la calmo cantando, es como una nana, así se relaja.
Calla tapándose la boca con las dos manos, escupe, se remueve en la silla y comienza a susurrar la canción para acabar gritándola.
Tres celadores entran en el despacho cuando marco en el interfono el número 12, urgencia.
Atan al paciente a la silla y lo retiran para encerrarlo en su habitación bajo un sedante.
Es un paso, ya conozco más datos, empiezo a apuntarlos con letra clara en su expediente. Mientras inconscientemente comienzo a cantar.
22 en nuestra quiniela es "el loco"
ResponderEliminarme gusta cuando cantas
yo ya estoy descuartizado
¡Vaya! buen final. Crea cierta intranquilidad, ¿quién está peor?
ResponderEliminarBesitos
Me das miedito.
ResponderEliminarExcelente!!!!
ResponderEliminarLas palabras consiguen hacernos ver ciertos dolores que en general, omitimos. Un abrazo.
ResponderEliminarquien canta su mal espanta! me ha gustado mucho la historia, para variar, ese cantar inconsciente de la última frase, como amasando fieras imaginarias, "por si acaso", fieras que no vemos, pero sí llegamos a intuir, por dentro. magnífico!
ResponderEliminarEl paciente 22 no se impacienta.
ResponderEliminarSabe que tú cantarás, primero tarareando, luego en voz baja y posteriormente irás subiendo el tono, el volumen...
Te inundará la canción, te absorberá la razón que te queda. Te inundará en el caldo de la irrealidad que tanto ansías.
Te ensordecerá totalmente del mundo de la cordura.
Me gustó. Un abrazo.
Con tu permiso me ofrezco para ser el paciente 23. He llegado hasta aquí curioseando y me gusta lo que he leído. Gracias.
ResponderEliminarUna historia genial, como todas las tuyas
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