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viernes, 5 de agosto de 2011

Juguete muerto

-Mamá, mi muñeca no respira.
La niña lo dice muy seria, sostiene entre sus manos una muñeca de trapo rubia, la cual mece con mucho cuidado.
-Los juguetes no respiran, cariño. Nunca lo han hecho.
Parece sorprendida, con delicadeza deja la muñeca en las rodillas de su madre, que esta sentada leyendo en el sofá.
-Cúrala, dejó de respirar hace un rato.
-No voy a dejarte ver series de médicos, luego te obsesionas y todo parece que necesita cuidados en esta casa.- aparta la muñeca de sus piernas y se concentra en la lectura.
-Tú eres médica mamá.
-Soy veterinaria, si fuera un perro lo curaría pero no sé salvar vidas de juguetes.
La pequeña hace pucheros, se agarra la falda verde con dibujos de animales y se tapa la cara. Se sienta en el suelo muy cerca de su madre y comienza a susurrar una letanía.
-¡Déjate ya de tonterías o estarás castigada en tu habitación!
Los susurros cesan pero un llanto de angustia lo sustituye.
-¡Vale! ¡Vale! la salvaré, necesito concentración  cuando este de nuevo curada te avisare.
La cara de la pequeña aparece entra la falda, se seca los mocos con la misma y se va dando saltos hacia el pasillo que la lleva a su  habitación.
Una vez sola la madre vuelve a concentrarse en el libro, pero un impulso le hace mirar la muñeca colocada de mala manera a su lado. Parece mentira, piensa, me dejo llevar por juegos infantiles.
Coge la muñeca y la observa detenidamente, esta amarillenta y rota por muchas partes.
No merece la pena ni intentar coserla, dice en voz alta.
La tira a la basura, procurando esconderla entre los restos de la cena, y decide continuar con el libro que había dejado a medias.

Cuando llega al salón la muñeca esta en el sofá, tiene restos de plátano por el cabello rubio.
Enfadada vuelve a tirarla a la basura, cierra la bolsa y la saca a la escalera.
-¡Claudia! Que sea la última vez que rebuscas en la basura.

La niña le mira perpleja.
-No pongas cara de inocente y lávate las manos ¡por dios!.
La pequeña parece contrariada, se observa las manos y se va callada hacia el baño donde la madre escucha el grifo. Decide ir a decirle que mañana comprarían una nueva muñeca, que esa era muy vieja.
Al entrar el aseo de azulejos blancos encuentra a su hija lavando la maldita muñeca, esta vez esta mucho más sucia, el vestido tiene restos de arroz y su pelo tiene color rosa, probablemente de una gelatina caducada que había tirado.
-¿Cómo?
Su hija levanta el juguete de trapo que chorrea agua sucia y se la tiende a la perpleja madre.
-Es mejor que la cures, es muy cabezona, y no va a parar hasta conseguirlo. A veces me da miedo.

7 comentarios:

  1. Me gustaría daros las gracias por todos los comentarios que he recibido.
    Me hacen mucha ilusión, con cada uno me vuelvo como si fuera una niña con un nuevo vestido.
    ¡Gracias!

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  2. Normal, todo el mundo quiere ser sanado. Y las muñecas no iban a ser menos.

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  3. Magnífico, Laira. Muy bien construido.
    Saludos

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  4. Esto... nunca me gustaron mucho las muñecas, ni cuando niña, después de leer esto, aún menos. Manejas bien el tema de poner los pelos de punta.

    Besitos

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  5. La realidad es que la madre no puede hacer otra cosa.La realidades que la niña lo siente así.
    Es precioso.
    Un abrazo

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  6. Esas madres que olvidan cuando eran pequeñas...

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  7. Pues si que la niña, es cabezona..Por un momento Pensé que la muñeca tenía piernas, uffffffffffff La verdad que pase angustia..
    Muy bueno la verdad..Besitos de brujlla

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Deja tus combustiones mentales, siempre son importantes y me hacen sonreír.