Observo el reloj, es la hora. Cogiendo la piedra que descansaba dentro de mi bolso la lanzó cogiendo impulso sobre tu ventana.
Los cristales caen hechos pedazos sobre el asfalto, el ruido rebota calle abajo en el silencio de la madrugada.
Grito, te grito con rabia, con furia, hasta que mi voz se pierde en tus oídos.
Te sigo echando de menos, sigues doliendo tanto que el sabor dulzón de mis lágrimas se han convertido en el plato especial de la casa, en el postre de cinco estrellas que se anuncia con buena tipografía en la carta del menú.
Te odio- grito- ¡Estas perdiéndome! ¿me escuchas?.- vuelvo a coger impulso e intento acertar con la segunda piedra en tu cabeza.
Un “¡ay! ¿Estas loca?” Me indica que he acertado, me siento mejor imaginando que la sangre sale por tu frente.
Me recompongo, coloco mi pelo y tapándome el rostro con la capucha de mi sudadera gris tiro la última piedra hacia tu ventana, en ella en rotulador negro esta escrito el final.
Me marcho justo cuando se escuchan las sirenas de un veloz coche de policía. Corro mientras siento que mis pulmones vuelven a llenarse de aire, vuelvo a ser acariciada por el viento. Vuelvo a ser yo.
Hermoso relato . Cuando el corazón clama al cielo, arrojan piedras las manos y así llenado de aire los pulmones renacer con la emoción del deber cumplido.Y tornar las lágrimas cuando afloren a su propio sabor salado.¡Muy bonito!.
ResponderEliminarBesos.
Madre mía... y hasta que no lo consiguió, no paró... qué fuerte...
ResponderEliminarUn beso enorme, queremos más y más!
¡Caramba! pero qué manera de devolver la faena, ¡a pedradas! En fin, si se queda a gusto, merece la pena. Me gustó estas piedras.
ResponderEliminarBesitos
De vez en cuando hay que soltar presión.
ResponderEliminarY si, uno se siente mucho mejor cuando lo hace.
La próxima vez le tiras tres perros hambrientos.
Besos.
Muy buen relato..Simpre.,,Laira, tienes una forma
ResponderEliminarEspectacular, de que meta en tus relatos
Cuando volvemos hacer uno mismo
Gracias siempre por pasar..
Brujilla