La recepción del hotel estaba vacía. Lo había elegido por su localización, escondido entre los callejones históricos de la ciudad y con algo de fama en la comida.
Lleva una pomposa maleta de piel de cordero, el pelo recogido en una coleta y un conjunto de traje de chaqueta que había dejado la tarjeta de crédito en números rojos.
Mascaba chicle furiosamente mientras insistía en tocar el timbre colocado en el mostrador.
Había planeado una visita rápida a la ciudad, su hija acudiría al hotel en media hora y tenía muy poco tiempo para organizar sus malvadas ideas en la cabeza, la cual ahora le palpitaba con fuerza.
Un hombre con traje azul cielo y un ridículo gorro aparece por una puerta del fondo y rogando perdón le da una habitación recogida y sin huéspedes a los lados.
Perfecto, piensa. Así será mucho más fácil.
Una vez dentro de la misma se suelta el pelo y coloca encima de la cama todo el vestuario y las fotos que había traído con ella. El timbre no tarda en sonar.
-Hola.-le dice al abrir la puerta.
-Hola mamá. Estas guapísima… tengo tantos problemas últimamente que me alegré muchísimo de que me llamaras para retomar nuestra relación-dice sin apenas respirar.
La mujer la invita a entrar con un gesto algo indiferente.
-Mi marido se ha marchado, apenas tengo dinero, tuve que vender todos mis trajes y las joyas…estoy pasando una racha muy dura.-dice mientras atraviesa el pequeño pasillo de la habitación y solloza.
Al ver los vestidos sobre la cama y las fotos su piel palidece.
-¿Qué significa todo esto?- en una de las fotos aparece su madre con un chico muy atractivo que le besa la mejilla.-¿porqué tienes fotos con él?¿qué hace todo esto aquí? ¿es una broma?.
Mira furiosamente a su madre y se percata que ha cambiado de aspecto desde la última vez que la vio, ahora parece su mismo reflejo de hace algunos años, esta más joven. El tiempo ha rozado a su madre y a ella parece haberle golpeado con fuerza pues ha engordado y su pelo rubio ha adquirido tonalidades más oscuras.
-Desde que naciste fuiste el centro de atención, tu melena rubia era preciosa, a pesar que ni yo ni tu padre tenemos ese color…cuando creciste y te marchaste empecé a ponerme trajes parecidos a los tuyos, me teñí…y te sentía más cerca. Las cosas me empezaban a ir bien…¡era tú!.
La muchacha no parece entender nada.
-Cuando tu padre falleció parecerme a ti era una obsesión, te vigilaba, compraba lo mismo que tú. Incluso he conseguido que tu marido me prefiera a mí.
El silencio reina la habitación. La muchacha esta asustada y tira al suelo todas las fotos y la ropa.
-Estas loca.
-No, ¡soy tu!,¿no lo entiendes?.
Escupiendo el chicle que mascaba con nervios la empuja contra el tocador de la habitación y sin darle tiempo ha reaccionar le hunde la navaja que había escondido en su bolsillo.
-Ahora definitivamente seré tú, la única.
Ay, los chicles...
ResponderEliminar¡Uff!, bien narrado y si mucho me apuras seguro que por ahí existen algunas así.
ResponderEliminarBesitos
vaya tela... una obsesiva con su hija... ¡¡qué horror!!
ResponderEliminarBuena narración de una situación con un final contundente.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Un abrazo
Escalofriante ! Solo esta ese chicle para bajarnos a la realidad !
ResponderEliminarMe gusto mucho ;))
Besos y sonrisas soñadas !!
Bien narrado,una madre obsesiva,compulsiva y homicida.No puedo creer exista en el mundo real.
ResponderEliminarAbrazos y un beso.